Informe de Seguimiento a la implementación de la Agenda 2030 en Venezuela – Versión resumida

(Caracas, 03 de agosto de 2020)

A partir de este año, por increíble que parezca Venezuela no es más un país petrolero, no recibirá ingresos
por ese concepto o serán insignificantes, luego de representar hasta el 90% de las divisas percibidas por el fisco.
Se trata de una transformación cualitativa, un salto al vacío, que cierra un largo ciclo de 100 años y nos lleva
de regreso a la Venezuela de principios del siglo pasado.
La COVID-19 llega cuando ya el país no está en capacidad de exportar petróleo y ni siquiera suplir el mercado interno de gasolina. Habiéndose destruido igualmente la agricultura y la industria manufacturera, además
del complejo de industria pesada de Guayana, no queda más que vivir de la riqueza mineral, disponiendo del
suelo, el patrimonio que representa para toda la humanidad la selva amazónica.
Aunque las precarias condiciones y el deterioro general comenzaron desde hace muchos años fue finalmente a partir de 2019 reconocido y generalizado el calificativo de “emergencia humanitaria compleja” (EHC)
definición que desde 2014 empleaban las organizaciones de derechos humanos para caracterizar nuestra crisis
y difundirla hacia el exterior.
¿Por qué un reporte desde una red de la sociedad civil? En un país donde la censura y bloqueo de medios
de comunicación es una práctica reiterada y donde se persigue y reprime a periodistas, médicos, maestros y
defensores de derechos humanos que informan sobre las carencias cotidianas y las condiciones de sus centros
de trabajo y hasta se prohíbe reportar como causas de muerte la desnutrición o el coronavirus, es indispensable
que voces independientes tomen el testigo.
Aparte de los datos difundidos por los entes internacionales que tienen herramientas propias, la data que
se utiliza en este informe para referirse a la situación del país, ha venido siendo aportada progresivamente por
informes de las OSC, incluyendo la academia y las organizaciones defensoras de DDHH. Gracias a estos
esfuerzos, hoy se puede documentar la realidad con mayor precisión que en 2016, cuando comenzó el seguimiento de la Agenda 2030.

La Agenda 2030 es un instrumento muy apropiado para este fin, pues además de su reconocimiento mundial, ya que surgió de un pacto entre 196 naciones para seguir avanzando hacia un mundo mejor, incorpora una amplia gama de objetivos económicos, políticos, sociales y ambientales y asigna singular importancia a asegurar la gobernabilidad ampliamente entendida y a incorporar a todos los agentes promoviendo alianzas.

El año 2020 marca un hito: cinco años de camino recorrido. La intención de este documento es revisar qué
indica la información disponible sobre el nivel de cumplimiento de los ODS en los convulsionados años transcurridos desde 2016 hasta hoy. Nuestro principal interés es develar cuánto de lo que ha pasado en estos años compromete el futuro de las próximas generaciones, como base para reflexionar sobre caminos alternativos.

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