Una oportunidad para el desarrollo sustentable del sector comercio en Venezuela. Alejandro Luy

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¿Qué mueve a una empresa a cambiar la manera de operar su negocio? Son múltiples las variables que logran generar transformaciones dentro de las empresas, y la mayoría de ellas vinculadas a factores externos, fuera de control, sobre los cuales hay que desarrollar mecanismos de adaptación.  Cambios de legislación, problemas en los suministros, tendencias mundiales o demandas ciudadanas, entre otra, presionan para modificar viejas y tradicionales prácticas.  También la economía es una de esas variables.

En medio de la situación económica de Venezuela uno de los mensajes que se ha extendido en los comercios de alimentos y víveres  – incluyendo varias de las grandes cadenas de supermercados – está vinculado a las bolsas plásticas, objetos que en muchos ya no entregan o se cobran debido a su alto costo y su escasez.

El entorno adverso ha obligado a dueños de abastos y supermercados a tomar decisiones que alteran la costumbre de una relación con sus consumidores durante varias décadas, donde las bolsas plásticas nunca fueron un problema y la gratuidad junto al despilfarro fue la norma.

La decisión de regular la entrega de bolsas es tardía ya que desde 2013 los costos, la escasez e incluso la calidad eran problemas conocidos por las grandes cadenas de supermercados y farmacias.  La medida también es – desde el ámbito económico y ambiental – incompleta, ya que aún persisten prácticas lejanas al desarrollo sustentable.  Aunque suene sorprendente, en la Venezuela de hoy, hay cadenas de supermercados que venden frutas y verduras en platos de anime y envueltas con papel celofán.  Otras ofrecen bolsas plásticas gruesas y sin asas para acarrear esos productos desde el área de selección hasta la caja que es donde se realiza el pesado y se paga la mercancía.  Hasta hace poco en algunas farmacias obligaban a los clientes a llevarse todos los productos en una bolsa plástica sin importar el tamaño del mismo ni considerar la opinión del comprador.

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Los plásticos, incluyendo las bolsas, constituyen una de las fuentes de contaminación más extendidas en la actualidad en todo el mundo y sus consecuencias económicas, sociales y ambientales han llevado a numerosos gobiernos y sectores privados a tomar acciones legislativas, ejecutivas y de gestión para minimizar su impacto.  El propio Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) lanzó en 2017 una campaña destinada a eliminar en el horizonte de 2022 las principales fuentes de basura marina incluyendo los plásticos de un solo uso (bolsas, envases y similares).

Así, hay suficientes y contundentes señales del entorno próximo y lejano para que los comercios en Venezuela tomen acciones importantes para comprometerse con una reducción significativa de los plásticos en su operación.  Lo anterior requiere de procesos de comunicación y educación apropiados, diseñados en función del entendimiento del consumidor, y no simplemente sustentados en frases o eslóganes “verdes” que suenan bien pero no dicen nada y mucho menos promueven cambios.

Una acción como esa tendrá beneficios, siendo los económicos los más evidentes a corto plazo.  Para corroborarlo basta con revisar los costos asociados a las bolsas plásticas, papel celofán, platos de plásticos o anime, y lo que su reducción o eliminación se traducirá en costos de operación que hoy, más que nunca, deben tratar de disminuir.  Habrá también beneficios sociales y ambientales; menos basura y contaminación.

Muchas veces en el sector privado se escucha que “la crisis es una oportunidad”.  No tengo duda de que en esta crisis económica, y justamente por ella, el sector comercio de Venezuela tiene una gran oportunidad para comprometerse con el desarrollo sustentable.  La acción está en sus manos.

 

Alejandro Luy

Caracas, 4 de enero de 2018

Nota:  la foto de las naranjas fue tomada en un establecimiento de una cadena de supermercados el 17 de diciembre de 2017, mientras que las de las mandarinas en otra cadena de supermercados el 4 de enero de 2018