En el Jardín Botánico de Caracas, vivió una Palma gigante de Ceilán, especie que florece cada 60 años. La sembró allí el horticultor suizo Augusto Braun quien la cuidó con esmero, largo tiempo. Por décadas, decenas de jardineros la ayudaron a crecer, hasta que en 2003, mostró orgullosa sus esperadas flores. Braun, ya anciano, fue hasta el Jardín, y allí junto a ruidos y humos de autopista, disfrutó conmovido, de aquel espectáculo floral tanto tiempo anhelado, que marcaba el final de la vida de esa planta majestuosa. Después de la floración, también el botánico fiel, falleció.
Ese ejemplar, de Corypha umbraculifera, dejó sus retoños; la especie es una de las más de doscientas especies de palmas que habitan el Jardín, con algas, musgos, helechos, y las llamadas “suculentas”, plantas xerófitas de regiones áridas, en vecindad con plantas acuáticas, de humedales, y arboles imponentes que reinan en esas 60 hectáreas de colinas y planicies de riqueza botánica del país que convive con ejemplares traídos de otras regiones del mundo. Casi doscientas mil plantas de dos mil especies, están allí, a nuestro alcance. Son unas doscientas familias botánicas compartiendo condominio con fauna silvestre y humanos que llegan y se van, a diario.
Trescientas cincuenta mil especies botánicas, pueblan la Tierra, y su verdor mayoritario tiende a simbolizar el ambiente, “lo ecológico”, aunque no toda planta es verde ni la naturaleza es monocolor. Alrededor de apenas, 25% de esas especies vegetales del planeta, han sido debidamente estudiadas y clasificadas, con herramientas del lenguaje universal de la Taxonomía, desde que Linneo en el Siglo XVIII inició esa forma de ayudar a dialogar a investigadores y aficionados botánicos, del globo, en un idioma común.
Apenas un 10%, de esas especies clasificadas, ha sido evaluado para saber sus cualidades medicinales…y de esos estudios ha salido ya, más de 70 % de las medicinas que sanan a la Humanidad y aumentan la expectativa de vida humana. Del estudio y comprensión de principios activos de las especies analizadas, de conocer sus lógicas de funcionamiento celular e intrincadas estructuras bioquímicas, nacieron medicamentos que nos prescriben los médicos, cuando algo anda mal en nuestro organismo. Las plantas nos curan. ..Y apenas hemos comenzado a conocerlas.
Las cualidades medicinales de las plantas, son uno de los múltiples beneficios que ellas brindan a las personas y al ambiente. Muchas son alimento; nos nutren, proveyendo vitaminas y minerales. Nos dan vino y papel, que sería más que suficiente, pero también son materias primas para elaborar, desde cuadernos y lápices hasta encofrados, herramientas, vestidos, cestería y miles de objetos y mobiliarios que requiere nuestro bienestar. Nos perfuman y cobijan; dan alojo y sombra a millones de seres. Las plantas regulan la temperatura ambiente, crean microclimas placenteros. Sirven también de forraje de suelos erosionables, evitando el pernicioso arrastre por lluvias y con ello la sedimentación de ríos y quebradas. Y hay especies que son filtros para extraer del agua sustancias que alteran su calidad. Traen recreación y bienestar emocional, alimentando el espíritu y la imaginación de muchos. La versatilidad de las especies botánicas, se evidencia en los más variados usos y funciones que aportan a la calidad de vida de la gente.
Por ello, cuando, como hoy, el Jardín Botánico de Caracas, está acosado de problemas, agresiones e indiferencias, de las peores, desde su creación en 1945, lo que acontece afecta el corazón mismo de nuestra existencia y bienestar. Su deterioro es, sobretodo, otro crimen contra nuestro progreso futuro; otro incendio de nuestro pasaporte al porvenir de Desarrollo sustentable, felicidad colectiva y calidad de vida que merecemos.
La grave crisis de financiamiento por la que atraviesa, lo va corroyendo, acelera su muerte y conduce a conflictos laborales, que aprovechan los enemigos de la Universidad autónoma para crear caos y empeorar las cosas. La incertidumbre que rodea su futuro y las diatribas que oscurecen su presente, deterioran su vital labor y ponen en peligro su complejo y portentoso acervo histórico.
En ese Jardín de Caracas, está el Herbario Nacional, colección de muestras botánicas que ayudaron a atesorar manos expertas desde tiempos de Humboldt. En ese Jardín, uno de los únicos dos jardines botánicos del planeta que son Patrimonio de la Humanidad, está la biblioteca Botánica más extensa y completa de la Nación que preserva con celo esos volúmenes y documentación que tantos saberes albergan. Hasta el escritorio que usó Henri Pittier está allí, para recordarnos que tenemos escalera firme donde apoyarnos, para ascender al futuro seguro.
Los jardines botánicos son museos, para estudio y disfrute. En ellos se resguardan colecciones vivas, bancos genéticos, patrimonio botánico y biológico de un país, saberes; y son cantera de conocimientos y soluciones para nuestros problemas; parte fundamental de las reservas nacionales, de las despensas para nutrir los saberes del mañana. De ellos saldrán los nuevos alimentos, las curas a enfermedades nuevas o aún desconocidas, materiales innovadores, y hasta lógicas de funcionamiento que la naturaleza tiene, para enseñarnos a sobrevivir en un planeta contaminado. Sin Jardín no habrá futuro.
santillano2012@gmail.com