Responsabilidad Social de Empresarios y Empresas en Venezuela durante el siglo XX
Charo Méndez.
Resumen histórico
El siglo XX arranca con la presencia de casas comerciales, principal poder económico de ese momento, que se fueron transformando posteriormente en importantes firmas, compañías y bancos, cuyos nombres van a estar vinculados posteriormente a las primeras fundaciones familiares así como a las iniciativas colectivas que se desarrollan durante todo el siglo. Nos podemos referir a casos concretos como la Casa Boulton y la Casa Blohm por citar algunos ejemplos.
Entre 1910 y 1930, cuando Venezuela se transforma en un país exportador de petróleo, las empresas petroleras y las nacionales de electricidad y manufactura de origen familiar, realizaron conjuntos habitacionales para sus obreros y servicios educativos y sanitarios complementarios, bajo el esquema de campo petrolero que los había influenciado.
Otorgaban beneficios a sus trabajadores todavía no establecidos en las regulaciones, como el caso de Caribbean Petroleum, Electricidad de Caracas y Cementos La Vega. Por otro lado, ya ciertos dueños de empresas realizaban contribuciones personales a las organizaciones caritativas de la sociedad como Oscar Machado, Alfonzo Rivas y Luis Bigott. Por su parte, Nelson Rockefeller a través de su fundación norteamericana traía médicos y sanitaristas como apoyo técnico.
Los procesos de urbanización, que se despiertan en el país y que impulsaron la industrialización a partir de las décadas de 1930, 1940 y 1950, permitieron la creación y consolidación de grupos económicos venezolanos. A raíz de la explotación del petróleo, las empresas extranjeras trajeron las fundaciones corporativas al país, que definitivamente incidieron en los estilos nacionales de relación empresa-sociedad. Hubo inversión extranjera directa en lo social e influencia norteamericana sobre los modelos fundacionales venezolanos.
Los grupos nacionales se vincularon con la sociedad mediante acciones como fueron los servicios sociales para sus trabajadores y la creación de fundaciones de empresarios con proyección hacia la comunidad en temas específicos como salud, ciencia, historia, educación y desarrollo agrícola. Por ello aparecen los servicios sociales de Electricidad de Caracas, Cementos La Vega y Empresas Mendoza y fundaciones como Boulton, Phelps, Eugenio Mendoza, Carlos Delfino, Belloso, Neumann, sin olvidar por supuesto la pionera Fundación Venezolana Contra la Parálisis Infantil en la que participaron varios empresarios.
Las empresas petroleras extranjeras, por su parte, asumían corporativamente, el manejo estratégico de relaciones públicas con el entorno, dada la situación privilegiada de las concesiones que las beneficiaba (sus donaciones caritativas, sus patrocinios como El Observador Creole y sus revistas institucionales como Shell y El Farol) así como actuaciones de interés general, unas más identificadas con la educación superior como Creole y otras con el desarrollo rural mediante el Servicio Shell para el Agricultor.
De este espacio de confluencia entre nacionales y extranjeros surge la Asociación Venezolana de Ejecutivos, organización promotora de varias iniciativas colectivas posteriormente.
El fortalecimiento del Estado venezolano, consagrado en la constitución de 1961 como empresario y responsable de los derechos sociales, generó una respuesta empresarial activa de promoción social directa con la creación de organizaciones sociales empresariales, cambiando el rol de benefactor al de promotor social. Los empresarios nacionales no aceptaron fácilmente encargarse de la filantropía residual en aquellos espacios que no ocupaba el Estado.
La insistencia gubernamental en la organización y desarrollo de la comunidad desde la plataforma del Estado (Oficina de Desarrollo Comunitario de Cordiplan), llevó a un grupo de empresarios a demostrar que los privados sí tienen y deben tener espacio en el terreno de lo social. Por otro lado, la subversión armada jugó un papel fundamental, desde los que dicen que fue el interés común de derrotar la insurgencia lo que vinculó a los empresarios a la cosa pública, hasta aquellos que consideran que fue la motivación para que los empresarios reaccionaran.
De allí vino la creación colectiva -en la que participaron las fundaciones corporativas petroleras, las nacionales y otras como fue el caso de la Fundación Ford- del Instituto Venezolano de Acción Comunitaria-Ivac, la conformación de la Federación de Instituciones Privadas de Atención al Niño-Fipan, la creación de la Fundación Vivienda Popular, del Dividendo Voluntario para la Comunidad, de la Asociación de Crédito Educativo- ducredito, del Instituto de Estudios Superiores de Administración-Iesa, de la Universidad Metropolitana.
Así como la creación de fundaciones empresariales como la Fundación Vollmer y la Fundación Ricardo Zuloaga. La década de 1960 arroja un comportamiento social empresarial muy proactivo, en la medida que surgieron muchas iniciativas impulsadas por ciertos grupos económicos que, actuando solos o en conjunto, desarrollaban acciones hacia sus trabajadores o hacia la comunidad, fundamentalmente en materia educativa.
La respuesta empresarial tuvo razones ideológicas, tanto para defender la actuación privada en lo social como para defender la participación de los nacionales en lo económico, por ello también la fundación de la Asociación Pro-Venezuela por parte de empresarios nativos. En esta década se da una discusión muy interesante entre los empresarios en el marco del seminario “La Responsabilidad Empresarial en el Progreso Social de Venezuela”; se reunieron durante tres días los principales capitanes y ejecutivos de empresas.
Con la nacionalización de la empresa petrolera nacional en 1975 y la restricción al capital extranjero a raíz del Acuerdo de Cartagena al año siguiente, se produce el retiro de la inversión extranjera -desaparecen las iniciativas sociales vinculadas con las petroleras extranjeras, dejando a la petrolera estatal, PDVSA, como líder en inversión social y la conformación de nuevos grupos económicos privados.
Aparecen en ese contexto fundaciones corporativas nacionales (ya no son de los empresarios sino de las empresas) como nuevos esquemas de relación empresa-sociedad como el caso de la Fundación Banco de Venezuela y la Fundación Polar; el nuevo interés empresarial por los asuntos ambientales por ello crean la Fundación para la Defensa de la Naturaleza-Fudena; los nuevos grupos económicos también responden con iniciativas de interés general como fue Acude y, se articulan las fundaciones existentes en una federación para defender sus intereses mediante la Federación de Fundaciones Privadas.
Las discusiones fundamentales que se dieron (en las Reuniones Internacionales de Fundaciones y Empresarios realizadas en el país) y los espacios de articulación creados evidenciaban que, les interesa defender la figura legal de fundación como instrumento de responsabilidad social empresarial, justificaban la existencia de fundaciones corporativas como espacios de innovación a favor de las políticas públicas en el marco preponderante de la inversión social estatal, buscaban respaldo del Estado solicitándole mayores incentivos fiscales y, diseñaban nuevos mecanismos de gerencia, profesionalización y sostenibilidad financiera para sus iniciativas. Algunos empresarios, por su parte, trazaban estrategias de relación y comunicación con el Estado, principal inversionista y cliente del país, por ello la creación del Grupo Santa Lucía.
En la década de 1980, el concepto de fundación corporativa se adopta completamente en el país, tanto para empresas privadas como públicas, y a pesar de la crisis económica de 1983. Ante las primeras evidencias de la crisis económica se despertó contradictoriamente el boom de las fundaciones corporativas que competían con instrumentos de patrocinio cultural.
El tema de la cultura fue exitoso y competitivo para garantizar imagen corporativa, por ello la Fundación Carlos y Alegría Beracasa, Fundación Mozaretum y Fundacion Cisneros. La selección intencional del área de acción cultural fue prioritaria para las entidades financieras, Fundación Consolidado, Caracas, Provincial, Latino, Mercantil y Espacios Unión, aún cuando la educación y la salud siguen presentándose como opción para ciertas estrategias empresariales, como los casos de la Fundación Sivensa, Fundación Progreso y la Fundación Cavendes.
Una serie de nuevas regulaciones y normativas, motivaron sin duda ciertas respuestas empresariales como la Fundación Bigott y las series “Encuentro con”, “Lo tradicional de nuestras generaciones” y “Viajando con”. A la par del proceso de reforma y modernización del Estado que se adelantaba a través de la Copre, surgieron iniciativas propositivas por parte del sector privado intentando ofrecer nuevos modelos de políticas públicas a los gobiernos, por ello el Grupo Roraima, “El Caso Venezuela” y la creación del Centro para la Divulgación del Conocimiento Económico-Cedice.
El mecanismo de establecimiento de alianzas con el Estado para la actuación social empresarial se profundiza (“Ponle cariño a tu colegio” entre Banco Mercantil y FEDE es una prueba de ello), generándose también renovación programática en aquellas iniciativas de más vieja data (aparecen el programa Escuelas Rurales del Dividendo Voluntario para la Comunidad y el programa Apoyo a la Microempresa de Fundación Mendoza).
PDVSA, por su parte, perfila una manera diferenciada de actuar, en el marco de las iniciativas sociales de otras empresas del Estado, con el Fondo de Donaciones y Liberalidades y la política de inversión social proactiva a nivel corporativo y con programas a cargo de sus filiales como fueron “Dimensión” de Maraven, “Cuadernos Lagoven”, y la campaña “Cuidar es querer” de PDVSA.
En la década de 1990 se dan tres elementos fundamentales: el proceso de liberalización económica, la crisis bancaria y la apertura petrolera, lo cual trajo nuevos grupos corporativos trasnacionales, una disminución del empresariado nacional y el retorno al país de las empresas petroleras extranjeras. Todos elementos que influyeron y cambiaron el mapa de la responsabilidad social empresarial.
La crisis del sistema bancario trajo como consecuencia un cambio significativo del mapa de la banca en el país y arrastró grupos económicos vinculados, con la consecuente desaparición de sus acciones sociales. Los eventos e iniciativas que sucedieron trataron temas como cultura (Seminario de Imagen y Cultura Corporativa de Mavesa) y bienestar social industrial (I Jornadas Latinoamericanas de Bienestar Social en la Industria de Empresas Polar).
En ese contexto aparecieron otra vez iniciativas individuales como Proyecto Cultural Mavesa, Fundación Cementos Caribe, Centro de Atención Nutricional Infantil Antímano-Cania, Fondo Social Cantv, Fundación Telcel, Proyecto Papagayo, y otras colectivas como Aporte Voluntario por Nomina del Dividendo Voluntario para la Comunidad, Alianza por una Venezuela sin Drogas, Venezuela Competitiva, Consejo Empresarial de Lucha contra VIH-SIDA y Alianza Social de Venamcham, que toma el espacio de articulación dejado por la Federación de Fundaciones Privadas.
Mientras tanto, PDVSA desarrollaba nuevos esquemas de actuación descentralizada (creando las fundaciones Zumaque, Fundaisletas y Palmichal), y se convertía en el actor fundamental de la responsabilidad social empresarial por volumen de recursos asignados mediante convenios como IAF-PDVSA y luego Delmos.
A la par, las empresas petroleras privadas inician nuevamente sus acciones de inversión social en sus entornos operativos, Chevron y Shell en Zulia, Petrozuata, Operadora Cerro Negro y Sincor en Anzoátegui, Conoco y Statoil en Delta Amacuro, entre muchas otras, tratando de disminuir el impacto generado y buscando aceptación de las comunidades anfitrionas y autoridades locales.
El análisis de ese recorrido nos evidencia varias cosas. Del poder económico de las casas comerciales al poder económico de capitanes de empresas, pasamos al poder económico del Estado y las empresas transnacionales. Se evolucionó desde iniciativas personales hacia empresariales y de éstas hacia las asociativas. Algunos empresarios y empresas han tenido interés en proyectar sus actuaciones, mientras otros han sido más prudentes prefiriendo hacerlo en conjunto con otras empresas.
Existen y existieron grupos económicos criticados por recibir apoyo o promoción de los gobiernos de turno, sin embargo sólo algunos de ellos realizaron iniciativas de interés general para el país que se mantienen. Han existido desprendimientos de recursos personales con deseos de contribuir con la comunidad y respondiendo a motivaciones personales y de reconocimiento.
También han existido estrategias empresariales meramente promocionales y publicitarias, como respuestas a las nuevas regulaciones y nuevas expectativas de la sociedad. Hubo innovaciones programáticas e institucionales, hubo respuestas ideológicas frente amenazas, hubo propuestas públicas de corte social y económico y hubo espacios de articulación para defenderse. Tampoco se puede desconocer la actuación privada nacional en la incidencia de políticas económicas en el transcurso del tiempo, manteniéndose la disyuntiva entre los que desean protección y los que esperaban apertura de mercados.
La inversión empresarial fue mayor en educación como respuesta ideológica de los privados ante la posición fuerte del Estado venezolano y ante la presencia de grupos radicales en cierto momento. Se trataba de defender la actuación privada en lo social y defender el sistema. Posteriormente respondió a la necesidad de recursos humanos para la empresa y a problemas educativos específicos, como los índices de analfabetismo y la falta de personal técnico.
Hoy en día, la empresa apoya en educación pero no necesariamente por el convencimiento de su poder ideológico. No fue así en salud, porque el estado fue más exitoso en la masificación de infraestructura asistencial en el país y porque la inversión en salud es mucho más costosa para el sector privado. El tema cultural fue crucial en otro momento, por su asociación a la imagen corporativa.
El desarrollo local como tema de trabajo por parte de las empresas puede remontarse al momento de instalación de campos residenciales para los obreros alrededor de los entornos productivos. Hoy en día, las empresas privadas petroleras, intentan desarrollar el nuevo enfoque de desarrollo sostenible en las comunidades, incorporando capital humano, físico, institucional y capital social.
La lógica privada de sostenibilidad financiera de las acciones también se incorporó en su actuación social, de allí desarrollaron mecanismos de asignación patrimonial y reproductiva, sistemas de aportes anuales de socios, patrocinantes y membresías así como esquemas financieros de inversiones. Ciertas empresas crearon organizaciones sociales que luego entregaron a terceros para su operación independiente, aquellos que decidieron desarrollar programas propios las siguientes generaciones se han comprometido con las obras.
Tampoco puede desconocerse el papel empresarial como proveedor de recursos en el desarrollo de organizaciones no gubernamentales en distintas áreas. El comportamiento cambiante de ciertas organizaciones responde a la evolución programática que exigía la sociedad, como a ciertos intereses de los que dirigían las organizaciones en los distintos momentos.
El sector empresarial venezolano se puede ver exhortado a repetir en los actuales momentos el salto cualitativo significativo que asumió en la década de 1960. Sin embargo la situación de país es diferente, el empresariado nacional está reducido y el capital extranjero mayoritario no está dispuesto a utilizar los nuevos mecanismos de participación y corresponsabilidad establecidos en la constitución vigente.
No se percibe claramente cuales serán las acciones de los nuevos actores trasnacionales, empresas privadas petroleras y grupos financieros emergentes, y si mantendrán la tradición de participación en los espacios preexistentes creados por las empresas originales. La solicitud de respuesta, la exhortación a participar y la vigilancia de la actuación social empresarial la puede abanderar la ciudadanía, aquella que no existía en la décadas pasadas, pero que ahora conociendo sus derechos y oportunidades, retara a las empresas nacionales o extranjeras a interesarse por este país donde tienen accionistas, trabajadores, proveedores, clientes, consumidores, autoridades y comunidades.
Contenidos del libro
Responsabilidad Social de Empresarios y Empresas en Venezuela durante el siglo XX, es una sistematización de la experiencia venezolana en esta materia a partir de la presentación cronológica de iniciativas y de la clasificación de las formas de actuación ejemplificadas. Tiene dos partes. La primera analiza la responsabilidad social empresarial en el contexto histórico en el cual se ha ido desarrollando como una forma de ver la interacción empresa-sociedad y la evolución conceptual de la categoría. La segunda es una revisión instrumental y operacional de esa categoría.
En el contexto histórico, para explicar la aparición de iniciativas sociales de empresarios y empresas, necesariamente se hacen referencias a las empresas y empresarios que promovieron y desarrollaron ese tipo de iniciativas, sin tratar de realizar una historia empresarial del país como tampoco una historia de la responsabilidad social, sino de ubicar las diversas actuaciones de los empresarios en ese campo.
Para presentar la Fundación Boulton, por ejemplo, había que remontarme a las casas comerciales del siglo XIX. En otros casos, el nombre de la iniciativa (Fundación por la Promoción Cultural de Venezuela) no tiene nada que ver con el nombre del empresario ni la empresa y por ello esa información era importante.
Como la noción de Responsabilidad Social Empresarial, a lo largo del tiempo, ha ido incorporando nuevos contenidos y perfilando distintas concepciones y variantes, fue pertinente presentar el desarrollo y maduración del concepto. Las concepciones han sido:
1. producir es la responsabilidad fundamental de las empresas (algunos sostienen: “producir bienes, generar empleo y pagar impuestos es mi única responsabilidad”)
2. trabajo social industrial (los que dicen: “si tengo que hacerlo, será por mis trabajadores”)
3. filantropía de empresarios y filantropía de empresas, (los que argumentaron la primera: “como el dueño es el privilegiado, a él le toca repartir” y los que sostienen la segunda: “es la empresa la que se beneficia de la sociedad, es ella la que debe contribuir”)
4. inversión social intentando desplazar la filantropía, (los que han dicho: “no pueden ofrecerse sólo dadivas, debe generarse retorno social”)
5. gestión de impacto socio-ambiental (unos afirmaron: “quien contamina paga”, otros dijeron: “debemos lograr la aceptación del entorno”)
6. ciudadanía corporativa, las más reciente (los que exhortan dicen: “la empresa debe promover grandes cambios sociales, preservar el planeta y reducir la pobreza”)
No se trata exactamente de una evolución o sustitución de las concepciones, sino del reconocimiento de nuevos contenidos, los cuales fueron madurando, para responder a principios, cambios de actitudes, nuevas exigencias y públicos objetivo distintos. Este libro sólo presenta, sin generar mayor discusión, las distintas visiones sobre la categoría que coexisten en la actualidad en el país, y que espera la autora que el lector no descubra sus preferencias.
Cuando pasamos a la segunda parte, la instrumental, no podía faltar la presentación del concepto Responsabilidad Social Empresarial más vigente y las discusiones que sobre él se generan (“cumplir las regulaciones y obligaciones no es responsabilidad social”, “lo que hacen las empresas con sus accionistas y sus clientes no debe ser tomado en cuenta” o “realizar inversión social no es suficiente para ser socialmente responsable”).
Otro aspecto son los beneficios que reporta la actuación social empresarial (intentando dar alguna información a los que sostienen “lo hacen para evadir los impuestos” hasta la argumentación más reciente “es la reputación lo que más vale”).
Sin dejar de lado los mecanismos de evaluación de dicha actuación social, que ubican el balance social como el instrumento de cuantificación y valoración, tratando de presentar distintas metodologías no sólo por el valor de la referencia, sino para evidenciar que en este tema no hay consenso (unos tratan de contabilizar todo tipo de impactos, mientras otros se concentran en pocos aspectos, unos valoran más lo que se hace por los trabajadores y otros por las comunidades).
Aceptando que la categoría arropa actualmente distintos públicos (como accionistas, trabajadores, proveedores, etc) me concentro, por sesgo profesional, en la acción de la empresa dirigida hacia la comunidad, presentando las modalidades e instrumentos utilizados. Las modalidades fueron diferenciadas según el nivel de compromiso, intensidad y rol que asumen las empresas en tres categorías que me parecen útiles por sencillas:
1) Apoyo a Terceros,
2) Gestión Compartida
3) Ejecución Propia. También se describen los instrumentos que se utilizan como son: las donaciones en efectivo, los patrocinios, las donaciones de productos y servicios, el mercadeo asociado a causas, el voluntariado corporativo, las becas y premios, las alianzas, los convenios de cooperación, las asociaciones empresariales, los programas sociales empresariales y las fundaciones. Cada modalidad e instrumento se ejemplifica con los casos venezolanos. No se trata de una presentación de experiencias, sino de una identificación de los ejemplos que permitan contar con referencias (se describe la categoría fundaciones corporativas y allí se comentan los ejemplos nacionales, se presenta el concepto de mercadeo filantrópico y allí se habla de las referencias recopiladas).
La ejemplificación de experiencias, que no es exhaustiva, nos indica que ciertos instrumentos son más utilizados que otros, algunos han tenido mayor variación, unos aparentemente han sido desplazados y otros cuentan con potencial para ser utilizados, diseñados y estructurados como instrumentos de inversión social que responden efectivamente a la comunidad.