ONGs: columnas vertebrales de una sociedad plural. Alonso Lizaraz

El pasado 29 de marzo, el Presidente Maduro acompañado por el Ministerio del Poder Popular para el Ambiente (MinAmb) y movimientos ambientalistas del país, dedicaron la jornada a promover el “ecosocialismo” en Venezuela, jornada que arrojaría una propuesta que a continuación me permito interpretar.

Es bien conocido que el movimiento ambientalista a nivel mundial tiene como columna vertebral a las Organizaciones No Gubernamentales (ONG), que, como agrupaciones de ciudadanos voluntarios, sin ánimo de lucro, organizados a nivel local, nacional o internacional abordan cuestiones de bienestar público; En este caso, la conservación del ambiente como tema que nos compete.

Una ONG, según lo establece la Organización de Naciones Unidas (ONU), está dada a desempeñar servicios y funciones humanitarias, acercar las preocupaciones de los ciudadanos a los gobiernos y vigilar que las políticas y programas se pongan en práctica -y yo agregaría- desarrollar áreas que por una u otra razón están desatendidas por los gobiernos.

Introduzco esta información ya que una de las propuestas que surgieron de la nombrada jornada fue, en palabras del propio Presidente: “constituir un poderoso, único y unitario movimiento ecosocialista que agrupe a todos los colectivos y movimientos a nivel nacional” en el marco de la creación de una “Escuela Nacional de Líderes Ecosocialistas”.

Salvando las distancias, esta propuesta pareciera semejar a una iniciativa que en el 1977, justo un año después de haber sido promulgada la Ley Orgánica del Ambiente, fue presentada en su reglamento, y que consistía en la conformación de “Juntas para la Conservación, Defensa y Mejoramiento del Ambiente”, descritas como “organizaciones al servicio de la colectividad, en la conservación, defensa y mejoramiento del ambiente mediante el examen, la vigilancia y la fiscalización de las actividades que directa o indirectamente puedan incidir sobre aquél”. Un concepto bastante parecido al de una ONG.

Estas juntas tendrían como base la parroquia, e irían escalando en envergadura hasta reunirse como una junta nacional que respondería al en otrora Ministerio del Ambiente y de los Recursos Naturales.

El modelo, según señalara el primer Ministro para el Ambiente de Venezuela Arnoldo José Gabaldón, habría fracasado por su estrecho vínculo al Estado, ya que era este el que las constituía, cuando, según refiriera, las organizaciones de tal naturaleza deben nacer y permanecer desde la voluntad de la sociedad y no de la del gobierno. Así pues, las juntas para la conservación fueron insostenibles, y de aquello quedan ahora las Direcciones Estadales del MinAmb. Como dice el refrán: “”El que mucho abarca poco aprieta”.

Hoy en día, la Ley Orgánica del Ambiente otorga a las organizaciones ambientalistas en sus artículos 42 y 100 las facultades de “desarrollar proyectos enmarcados en una gestión del ambiente compartida (…) bajo las modalidades de autogestión y cogestión” y de ejercer la guardería ambiental.

Sabiendo esto, mi pregunta es: si el modelo de aglutinamiento y centralización de agrupaciones para la conservación fue un fracaso en aquél entonces y hoy en día las ONG ambientalistas del país gozan de autonomía por ley ¿Por qué pretender conformar un único movimiento “ecosocialista”?

Siendo el socialismo un “sistema de organización social y económico basado en la propiedad y administración colectiva o estatal de los medios de producción y en la regulación por el Estado de las actividades económicas y sociales y la distribución de los bienes”, pudiera inferirse que la propuesta del Presidente representaría una vuelta a ese modelo del 77 y además significaría una transformación importante (y quizás disolución) de las ONG venezolanas y de sus redes nacionales tales como las conocemos, basado esto en “la regulación de las actividades sociales” solapada con la propuesta de un único movimiento “ecosocialista”. No quiero ser pájaro de mal agüero.

Lo que sí es innegable es que las ONG como grupos ciudadanos tienen su fundamento en la pluralidad, la justicia, la equidad, entre tantos otros valores que incluso desembocan en el altruismo. Creo entonces que su permanencia como entes autónomos de colaboración compartida es imprescindible para el sano desarrollo de una sociedad que busca abrirse espacios hacia la construcción de un país.

La propuesta debería ser, desde mi perspectiva, abrir las puertas de todas las dependencias del MinAmb a las ONGs ambientalistas del país, fomentar el intercambio de ideas, ejecutar proyectos interinstitucionales, establecer mesas técnicas para la revisión de cada tema sobre el que se adeudan acciones llegando a los rincones donde ni el propio MinAmb ha llegado y trabajar; Trabajar para una efectiva transformación del país hacia un modelo de Desarrollo Sustentable. Eso, a mi parecer, sí sería un “poderoso movimiento” ambientalista.