Hace un par de semanas los espacios del Centro Comercial La Granja recibieron a un grupo de 13 indígenas venezolanos, 12 mujeres y un hombre, representantes de las etnias warao, wayúu y yekwana, en el marco del evento Feria Madre Indígena Emprendedora. Allí exhibieron piezas artesanales de cada una de sus culturas; cestas, collares, bolsos, chinchorros, zarcillos, pulseras, carteras, cintillos, figurines, sandalias, entre otras, fabricadas con la más noble materia prima: la naturaleza. Plantas como el moriche, la bora, el bejuco, semillas etc., son trabajados desde la mano experta y la tradición. Con el valor agregado de un acabo de calidad y de la realización de piezas innovadoras a tono con tendencias urbanas. Esta actividad forma parte del proyecto Mujer Indígena
Emprendedora, financia- do por la Unión Europea, que esta vez contó con el apoyo del CC La Granja y Phynatura; este último, socio de Fundación Tierra Viva. Para conocer sobre esta interesantísima propuesta, conversamos con Soliria Menegatti, representante de Fundación Tierra Viva, artífice, promotora y productora de esta iniciativa, con el trabajo conjunto de todos los miembros de la fundación.
¿Cuándo inicia el Proyecto Mujer Indígena Emprendedora?
El proyecto, que desde el 2014 cuenta con el financiamiento de la Unión Europea, es una iniciativa que viene a dar seguimiento a otra que inició en el 2010, con el apoyo de la empresa Chevron. Desde el año 2010 estamos trabajando con mujeres artesanas warao. En esta nueva etapa, con el apoyo de la UE, decidimos incluir a dos etnias más para duplicar la experiencia warao en otras comunidades. Invitamos a las etnias yekwana y wayúu. Para trabajar con las yekwanas nos asociamos a Phynatura, una ong que desde el 2006 ya estaba trabajando en la zona armando una red de mujeres artesanas. Nos asociamos con ellos para tener mayor incidencia; Fundación Tierra Viva tiene una oficina en Tucupita, cerca de los warao, pero no cerca de los yekwana, así que necesitábamos tener una alianza con una organización parecida a la nuestra que trabajara en la zona.
¿Cuál es el objetivo del proyecto?
Este proyecto tiene tres objetivos. El primer es la capacitación, se organizan talleres en las comunidades dirigidos a la realización de piezas nuevas, que respondan a nuevos mercados, además de las piezas que suelen hacer por tradición cultural, la idea es ampliar el mercado como, de hecho, se ha venido haciendo con la creación de, por ejemplo: servilleteros, marca libros, carteras de macramé, entre otros. Este objetivo se cumple de dos maneras: desde la misma Fundación, con el apoyo de una persona experta capacita a las artesanas en la elaboración de piezas y técnicas nuevas, o por el requerimiento de una pieza específica. Por ejemplo, recientemente se acaba de terminar un pedido para una agencia de viajes que nos encargó bolsos para la información turística. Se organizó un taller con 18 mujeres indígenas expertas, con las que tienen mayor experticia. Cada una hizo un prototipo, se hizo una preselección y se mandaron al cliente, este escogió dos y encargó 100 de cada modelo. Luego, estas dos mujeres ganadoras, dieron los talleres en las comunidades para completar el pedido. Otro ejemplo, son las cajas de bora que se diseñaron para chocolates Franceschi. Ellos querían un estuche para sus chocolatines. Se hicieron dos propuestas, escogieron una y entre 2012 y 2013 se vendieron diez mil cajas; el año pasado doce mil y en lo que va de año, más de cinco mil. Esto es lo que se llama negocios inclusivos, no se trata de “ayudar” al indígena. Se trata de que una empresa con una necesidad específica puede ser suplida por el trabajo de estas mujeres, como comunidad. Estas cajas de bora han generado empleo por lo menos a dos o tres comunidades completas.
El segundo objetivo es la comercialización, si se produce una pieza pero no se vende, no tiene sentido.
La realizadora debe cerrar el ciclo. El primer mercado es su propia comunidad, cuando un turista visita la zona, pero ese es un mercado escaso. Entonces, se creó una estrategia de comercialización. En primer lugar, un fondo especial, con parte del proyecto Chevron, para la compra de artesanía. Cada vez que Tierra Viva va a las comunidades compra artesanía que luego vende a través de dos canales: la tienda virtual, www.tierraviva.org/tienda, y a través de la plataforma Mercado- Libre.com, que no cobra por exhibir ni por comisión de venta. Las ganancias totales son para las artesanas. Otra manera de comercializar es en las ferias. Es un entrenamiento perfecto porque ellas tienen que armar sus mesas, colocar el precio, confrontar al público, defender el costo de la pieza, convencer al comprador y es su dinero, no pagan comisión a nadie. Es una oportunidad para comprar a los mejores precios, sin intermediarios, y a la vez es un entrenamiento para ellas.
El tercer objetivo es la promoción de la cultura. Es importante que la gente reconozca la cultura, que entienda que son pueblos originarios, dignos, que merecen respeto y por eso se procura que cada pieza lleve una tarjeta de identificación en la que se describe la cultura, etnia y nombre del artesano. Si bien la pieza pertenece a una comunidad, cada una tiene la identidad propia de su artesano, quien le pone el cariño y la originalidad. Cada pieza lleva impresa un imaginario, una cosmovisión, un sentimiento. Como lo dicen las artesanas wayúu: “tejemos muy cerca del corazón. Lo mismo sucede con la artesanía
yekwana que tiene un significado mágico religioso.
¿Cuál es el fin último de esta iniciativa?
Este proyecto es importante porque las comunidades indígenas se están integrando a las costumbres citadinas, ya le dan valor al dinero, como nosotros, pero no tienen la capacidad técnica para buscar trabajo, por eso es que vemos tantos indígenas pidiendo en las esquinas y semáforos de las ciudades.
Lo que busca este proyecto es justamente convertir un Saber cultural en una posibilidad de ingreso, que la mujer indígena tenga un trabajo digno. No le estamos diciendo a la gente que compre por lástima, sino que compre porque se ofrece un producto de calidad. Hay un esmero, una materia prima valiosa, un tiempo invertido en cada pieza que debe ser apreciado. Detrás de cada creación hay un Saber que se hereda en la tradición de las abuelas y madres. Si este Saber se puede transformar en un sustento para vivir sin tener que salir de casa, sin tener que dejar a la familia y a los hijos, sería maravilloso. La idea es que esto sea sustentable y que ellas sean capaces de autogestionarse, como artesanas, facilitadoras, mujeres y líderes de sus comunidades.
¿Y la sustentabilidad de la materia prima?
Si bien la materia prima se las da la naturaleza, la sustentabilidad es una constante en los talleres que dictamos. En el caso del moriche, este no se restituye con tanta facilidad como la bora. Cada vez tienen que ir más lejos a buscar la palma. Todo el tiempo estamos hablando y haciendo reuniones sobre la necesidad de repoblar y sembrar moriche cerca de las comunidades. Si esta es su materia prima es responsabilidad de la comunidad mantenerla.
En el caso de los yekwana, ellos han trabajado mucho el tema de la sustentabilidad; sobre todo porque la materia prima es mucho más difícil de conseguir, el bejuco crece sobre los árboles y hay que esperar a que esté en el momento justo para cortarlo. Ellas saben que no se puede recoger antes de tiempo. En el caso de las wayúu, ya tejen con hilo industrializado. Al principio lo hacían con hilos de algodón silvestre que ellos mismos cosechaban, pero llegaron nuevas plantaciones que sustituyeron al algodón y el chivo que se comió todo. Por otro lado, los bolsos susu no tenían la demanda que tienen hoy. Antes tejían un bolso para ellas o para el marido, pero ahora todo el mundo quiere un bolso susu, incluso en el mundo.
¿Han desarrollado algún otro proyecto que apoye el objetivo de esta iniciativa?
El año pasado trabajamos con otro patrocinante, el Programa de Pequeñas Donaciones del PNUD, Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Introdujimos el componente del turismo, dictamos unos talleres para desarrollar una ruta turística donde las mismas warao sean quienes presenten actividades a los visitantes. De este modo el turista se involucra, conoce e interactúa, con las comunidades indígenas. Además, ellas pueden vender sus artesanías directamente sin intermediarios.