En este entorno difícil, donde casi todos los pensamientos se concentran en cómo sobrevivir a la carestía y a la inseguridad, donde el simple gesto de alimentarse es un desafío, tratar y analizar el tema de la administración pesquera podría parecer como menor e inoportuno.
Sin embargo creo que, si bien no podemos descuidar lo inmediato, cualquier cosa que hagamos o dejemos de hacer ahora, tendrá efecto en el mediano y largo plazo y por lo tanto, en nuestra capacidad futura para recomponer este presente calamitoso.
La Pesca, a diferencia de otras formas de producción de materia prima, es una actividad susceptible de generar “victorias tempranas” y aliviar con relativa rapidez nuestras ingentes necesidades de proteínas de alto valor nutricional y, sobre todo, el enorme déficit alimentario que se registra en la población infantil, además de reactivar las cadenas de valor coligadas y redinamizar el empleo directo y asociado.
Para Venezuela, país costero con más de 600 mil km2 de mar que le son propios y con cuencas hidrográficas de primera magnitud, la pesca, y más recientemente la acuicultura, son, definitivamente, redinamizadores efectivos, pues, hasta hace muy poco han sido piezas fundamentales del aparato productivo y lo deben seguir siendo en nuestro propósito de alcanzar realmente niveles significantes para la soberanía y seguridad alimentarias, en el marco general de la producción de alimentos todos cuyos sectores, están igualmente tocados por la depresión y la ineficiencia.
La pesca y la acuicultura son esencialmente labores extractivas o de cría, pero que por su naturaleza particular constituyen un sector de alta complejidad que integra:
Usanzas ancestrales
Cultura popular
Conocimiento empírico
Habilidades técnicas y profesionales
Cadenas de valor
Circuitos comerciales nacionales e internacionales
Interacción con diversos tipos de ecosistemas.
Dada esta complejidad, la promoción y desarrollo de la pesca y de la acuicultura deben ser abordados de manera sistémica y en procura de “equilibrio eficiente” entre los aspectos sociales, productivos, alimentarios, económicos y ambientales.
Lejos de ese requerido equilibrio, el contexto actual es altamente crítico y se puede resumir en con los indicadores que siguen:
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