¡Hasta siempre, Lidu! Alba Marina Gutierrez

La partida de Liduvina Valderrama nos llevó de vuelta a los esfuerzos realizados en materia ambiental por la industria petrolera nacional, donde laboró durante casi tres décadas (1975-2002).

En una entrevista realizada para Quinto Día (2011), explicó cómo la ecoeficiencia llegó a la estatal petrolera; propuesta que gestionó siendo líder de ecoeficiencia, producción limpia, consumo sustentable y tendencias ambientales del siglo XXI.

“En PDVSA de Los Chaguaramos -donde ahora funciona la UBV- lideramos la campaña ‘Salvar al bosque desde nuestro escritorio’, basada en la Agenda 21 (desarrollo sostenible). Se cambiaron 1.200 pocetas que consumían hasta 20 litros de agua. Se sustituyeron lavamanos, se colocaron fluxómetros y sensores. La decisión se tomó al determinar que cada empleado iba al baño un promedio de 4 veces por día; estábamos botando aproximadamente 120 litros de agua potable, en su mayoría por necesidades líquidas (orina); pero con el fluxómetro no llegaban a 1 litro de agua por descarga. En materia energética, los resultados fueron exitosos. Contábamos con el compromiso de los trabajadores. Lo que se ahorró se incorporó al bono de productividad anual. Todos ganamos, eso es ecoeficiencia”.

Las tareas descritas y sus resultados no se circunscribieron a su labor profesional. Ser ecoeficiente, “hacer más con menos” fue su filosofía de vida, aseguran amigos, familiares y compañeros de trabajo.

“En cuestiones ambientales decía y hacía. En Lagoven convenció a la directiva de que debían reciclar y estuvo al frente de esa iniciativa, la llamó ‘La parranda del reciclaje’, que se extendió a PDVSA. Iniciativas que llevó a su conjunto residencial de 7 edificios. Su sueño era llevar estas prácticas a todo Caurimare y luego a todo Baruta”, dijo el científico Juan Carlos Sánchez.

En dicha petrolera “creó e implementó proyectos donde participaban trabajadores de todos los niveles para dar a conocer la importancia del consumo responsable. Ideas que aplicó en otras empresas públicas y privadas del país. También en su comunidad formó niños y jóvenes con el proyecto que llamó SOL: Seguridad, Orden y Limpieza”, contó la ecóloga y familiar, Oralyn Caldera.

Como académica ofreció su contribución en seminarios, cátedras libres y conferencias en distintas universidades del país, foros e instituciones internacionales.

Monaguense, ciudadana del mundo, pionera

“Lidu”, como le decíamos sus amigos cercanos, nació el 7 de abril de 1947; en Quiriquire, municipio Punceres, estado Monagas.

De ahí quizás heredó “su desenvoltura y facilidad de palabra para llegar a la gente con un lenguaje directo y claro”. Además del español, “sólo hablaba el idioma del amor. Con esa capacidad de relacionarse conoció cuatro continentes, hizo camino y conectó con la gente”, dijo su amiga, Elia Gómez.

Esa habilidad le permitió hace 70 años salir de su pueblo natal para la capital del estado, Maturín, a cursar la primaria y el bachillerato. Luego hacia Caracas para hacer estudios superiores en Administración de Hidrocarburos (CUFM).

Cientos de talleres especializados la formaron en economía y administración de recursos materiales y financieros, y en temas clave como las Normas ISO para la gestión ambiental responsable; conocimientos que aplicó en la industria petrolera para promover la cultura verde en la cotidianidad de la estatal.

“El término ecoeficiencia en este país, no podrá mencionarse –jamás- sin pensar en ella. Ese es su mayor legado. Nos enseñó que la basura es dinero, que el planeta es un gran supermercado que nos da todo. Ella vivió para la conservación”, dijo Yezenia Frontado, directora del Proyecto Ávila, Unimet.

Otros de sus temas de interés y asesorías fue cambiar paradigmas en los procesos de producción en el sector industrial por un sistema de producción limpia, circular, el cual imita los procesos de la naturaleza: nada se pierde, todo se reúsa y hay cero desechos.

Uno de sus últimos proyectos fue una campaña para arborizar a Baruta. “Insistía en que si cada uno de nosotros plantara un árbol y lo cuidase, serían 7 mil millones de árboles salvando al planeta”. Se reencontró con esta pasión al presidir en 2007, la Sociedad Venezolana de Ciencias Naturales La Salle (Svcnls).

“Promovió la plantación masiva del araguaney, nuestro árbol nacional; tarea que inició en el municipio Baruta y quería extender a todo el país a través de su ONG ambiental, Sendero Ecológico”, explicó Isabel Novo, vicepresidente de Svcnls.

Un adiós inesperado en un país en crisis

A Tati, así la llamaba su familia, “le gustaba divertirse, viajar y el bowling”. En esta disciplina fue tricampeona nacional y atleta de alta competencia. Entre los años 80 y 90 representó a Venezuela en tres campeonatos mundiales y varios campeonatos internacionales.

Padecía de lupus, enfermedad que controlaba con estoicismo e ingeniosa actitud ante la vida.

La recaída llegó en un momento en que el país está viviendo crisis en todos los órdenes. En salud, sin medicamentos e insumos médicos. En el área alimentaria, con una población desnutrida que poco puede apoyar como donante voluntario de sangre por los bajos valores sanguíneos que presenta. Familiares y amigos hicieron esfuerzos por traer del exterior los tratamientos, pero fueron insuficientes; el plasma humano era indispensable para su O-RH negativo.

Ad Deum Per Naturem (para Dios por medio de la naturaleza) es el lema de Svcnls. “En este siglo significa tener presente a la naturaleza cuando se va a urbanizar o se construyen carreteras; proteger las fuentes de agua, reforestar, reducir los desechos, tratar con cuidado y respeto a los animales y al entorno donde vivimos. Fíjate que ella (la naturaleza) nos da todo: aire, agua, alimentos, vivienda y paraísos para recrearnos. Entonces, para agradecer ese privilegio tratémosla con amor y respeto. Ese es el retorno digno que se da a una madre que ampara y provee a sus hijos de lo que necesita”. Así nos dijo en aquella entrevista y es la tarea que nos deja. ¡Hasta siempre, Lidu!

 


-“Tu partida nos deja un vacío. Serás fuente de inspiración y ejemplo para seguir en la tarea de conservar el ambiente por el cual luchaste”. Armando Hernández Arocha, especialista en Gestión Ambiental.

-“Desarrolló su trabajo con honestidad y enorme voluntad. Su temprana partida nos llena de tristeza y nos obliga a seguir sus pasos”. Alejandro Álvarez Iragorry, miembro de Red Ara.

-“Fue mi maestra y cómplice de travesuras cuando sacábamos a pasear nuestra niña interna”. Blanca Vera, relacionista de Jardines Topotepuy.

-“Para ella no había imposibles, ambientalmente hablando. Siempre soñaba con un mundo lleno de energías limpias, edificios inteligentes, cero desechos. Hizo de la Agenda 21 su vida, quería que todos la adoptáramos como nuestra y trabajó para llevar ese mensaje”, Yezenia Frontado, directora del Proyecto Ávila, Unimet.