Golfo de Paria… ¿un paraíso en peligro? Cristina Fiol

Recientemente se ha hecho del conocimiento público de falta de tripulación operativa, de la ligera escora a estribor y del mal estado de equipos del Buque FSO Nabarima, perteneciente al proyecto Corocoro de PetroSucre (PDVSA-ENI), el cual  se encuentra anclado en el Golfo de Paria (10.24711° N y -62.15063° O aproximadamente, según Marine Traffic).

Este buque actualmente contiene en sus tanques de almacenamiento 1.300.000 barriles de crudo y esto sumado a lo antes señalado, está causando alarma porque se teme que este crudo sea derramado en las aguas del Golfo de Paria. Mucho se ha dicho y hasta especulado sobre esta posibilidad por lo que es necesario establear algunos aspectos relevantes sobre la región donde se encuentra este buque.

Figura 1

El golfo de Paria es una cuenca tectónica, semi-cerrada y poco profunda que posee un área superficial de 9700 km2, la cual se conecta al océano Atlántico a través de Boca de Serpiente por el sur, y al mar Caribe a través de Boca de Dragón por el norte, ubicado en la zona Nororiental de Venezuela (Figura 1), donde los patrones de  corrientes marinas predominantes generan giros o eddies y pueden cambiar según las condiciones climatológicas y/u oceanográficas provocando la aparición de contracorrientes y esta características hacen que cualquier derrame de crudo de más de 1 millón de barriles  pudiera alcanzar al Parque Nacional Los Roques y hasta la isla de Bonaire del Reino de los Países Bajos (alcance transfronterizo), tal como ocurrió con el derrame producido en la refinería de Pointe-a-Pierre de “Bunker Tipo C”, en la costa occidental de Trinidad el día 23 de abril de 2017, el cual alcanzó el río Guaracara que desemboca en el Golfo de Paria, afectando la zona costera de los estados Sucre y Nueva Esparta, así como los archipiélagos de Los Frailes y Los Roques, y Bonaire) (Figura 2 A y B).

Figura 2A
Figura 2b

La riqueza del plancton y elevada productividad primaria en las aguas de estas zonas marino costeras se debe a los nutrientes que provienen de las descargas de los ríos Orinoco y Amazonas, a la corriente de Guayana y al fenómeno de surgencia (ascenso a la superficie de masas de aguas profundas frías y ricas en nutrientes) causado por los vientos alisios del norte, y ello trae como consecuencia una alta producción pesquera para esta zona costera de Venezuela al igual como para Trinidad y Tobago (Figuras 3 A y B).

Figura 3A
Figura 3b

Las características físico naturales de los ecosistemas marino costeros de la zona del Golfo de Paria y las zonas contiguas que son sometidas a las corrientes marinas antes descritas para el Región Nororiental de las Costas de Venezuela y el Golfo de Paria, son notable por su sensibilidad a perturbaciones o alteraciones de manera significativa y en gran medida son frágiles frente a impactos negativos, tales como los que pueden ocasionar un derrame de crudo en las aguas del Golfo de Paria. Muchos de los ecosistemas presentes en el Golfo y en el área de influencia directa de un posible derrame desde el Buque Nabarima, poseen una alta biodiversidad (incluyendo varias especies amenazadas como las 5 especies de tortugas marinas, y endémicas como el pez Chaetostoma venezuelae, además de las etnias indígenas como los Waraos), con características geologías y geomorfológicas que ha hecho que se hayan establecido figuras legales y de protección para varios de estos ecosistemas, conocidas en Venezuela como Áreas Bajo Régimen de Administración Especial o ABRAE (Parques Nacionales, Reservas Forestales y de Fauna Silvestre), y en forma semejante lo mismo ha ocurrido  en el territorio trinitario, lo cual es indicativo de la sensibilidad de estas áreas, tanto por sus características físico-naturales como biológicas (Figura 4).

Los ecosistemas más sensibles a los efectos causados por un posible derrame de crudo son los manglares presentes en toda la costa occidental del Golfo de Paria y los arrecifes coralinos presentes en los estados Anzoátegui, Nueva Esparta y Sucre (Figura 5), siendo estos ecosistemas los que presentan menor resiliencia, término empleado en ecología de comunidades y ecosistemas para señalar la capacidad de estos de absorber perturbaciones, manteniendo sus características de estructura, dinámica y funcionalidad prácticamente intactas; pudiendo retornar a la situación previa a la perturbación tras el cese de la misma (Figura 6).

Figura 5
Figura 6

Por todo lo anterior, la recomendación es hacer todas las gestiones posibles para evitar el peligro de que suceda un derrame de crudo en esta región tan sensible y biodiversa, y  está dirigida a todos los responsables directos e indirectos, instituciones, academias, universidades, organizaciones no gubernamentales y ciudadanía en general.

Cristina Fiol

Biólogo/Consultor y Especialista Ambiental

cristina.fiol.ecology@gmail.com