Ya no lo es, y el planeta tampoco. Lo hemos alterado con las desproporcionadas emisiones de 34.000 millones de toneladas de dióxido de carbono que enviamos a la atmosfera cada año, debido mayormente a actividades de consumo de combustibles fósiles. El último informe de panel de expertos de cambio climático de Naciones Unidas, presentado el pasado mes de septiembre así lo ha ratificado. Estas alteraciones incluyen un aumento de la temperatura media global de casi un grado centígrado registrado desde la revolución industrial hasta el presente, cambios observados en los patrones de lluvia: en las regiones de clima seco llueve cada vez menos y donde usualmente llueve, cada vez llueve un poco más, pero el balance global es de menos precipitaciones; luego está la fusión del hielo del Ártico, de Groenlandia, de los glaciares del Himalaya, Los Andes, Montañas Rocosas en Canadá y Los Alpes, y por último el aumento del nivel del mar y la acidificación del agua de los océanos. Todo ello representa una amenaza real a futuro de menor disponibilidad de agua para consumo, de alimentos, de pérdida de biodiversidad, de aumento de las plagas y de vectores transmisores de enfermedades y de espacios cada vez menos aptos para ser habitados por la humanidad.
Hemos estado cambiando la atmósfera y ello se ha revertido sobre el planeta, ese planeta con patrones de clima estable que permitió el desarrollo de la civilización está siendo alterado por el uso masivo del carbón y los hidrocarburos, a un grado tal que lo que se pensaba a mediados de la década pasada, cuando políticos y gobernantes hablaban que el cambio climático representaba un riesgo para las generaciones futuras: nuestros hijos y nietos, ya no es cierto, la generación actual tendrá que enfrentar las primeras consecuencias. Este es quizás el hecho más relevante del conocimiento actual que se tiene acerca de la amenaza del cambio climático.
Recuerdo que en la década de los 90, cuando tuve la oportunidad de participar en las negociaciones del Protocolo de Kyoto en Naciones Unidas, una pregunta que con frecuencia nos hacíamos era a partir de cuándo se iban a sentir los rigores de la alteración del clima, y en el mundo de las ciencias no teníamos una respuesta aun. Sabíamos que la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera al inicio de la revolución industrial era alrededor de 275 partes por millón (ppm), y para calcular escenarios futuros del clima haciendo uso de modelos matemáticos, se utilizó arbitrariamente del doble de este valor: 550 ppm, pero ello no significaba que ese fuese el valor en que se esperaría ocurriesen cambios de consecuencias graves, solo era un valor de referencia para los cálculos. Un primer indicio fue ofrecido en diciembre de 2007 por el climatólogo líder de la NASA, James Hansen, en una conferencia organizada por la American Geophysical Union en San Francisco. Basándose en información paleoclimática y observaciones satelitales Hansen estableció que el valor de dióxido de carbono que garantiza condiciones climáticas seguras en el planeta (es decir para asegurar que el clima no se desvíe de sus patrones normales) es 350 ppm. A la fecha actual el valor ya supera 400 ppm. Pero la gravedad de este asunto no se detiene allí, en enero de 2009 un estudio de la National Oceanic and Atmospheric Administration, liderado por Susan Solomon, dejó en claro que no podemos esperar que si dejamos de emitir dióxido de carbono cambiando el petróleo por energía solar y aumentando la eficiencia energética, el clima retorne a la normalidad al cabo de unos cien años, el Ártico no volverá a congelarse tan rápido, ni tampoco la acidez de los océanos va a corregirse, la inercia del planeta es tan grande que sería necesario que transcurriesen al menos 1.000 años. De tal manera que el cambio climático que causemos, para efectos prácticos, no tiene retorno.
Hace solo unos días fue publicado en la revista Nature otro interesante estudio, realizado por la Universidad de Hawái, que muestra el año a partir del cual la temperatura media de las ciudades sobrepasará el valor más alto registrado en los últimos 150 años en esa misma ciudad si no se adoptan medidas para reducir las emisiones; es decir, este sería el momento en que la temperatura se desviará hacia valores más elevados, sin precedentes en 150 años. Los resultados se pueden observar en el gráfico. http://www.soc.hawaii.edu/mora/PublicationsCopyRighted/Cities%20Timing.html
En el caso de Caracas, esta condición sin precedentes se alcanzará en el 2034. El estudio además muestra hasta cuándo se puede posponer esta situación si se realizan los mejores esfuerzos posibles de reducción de emisiones. En el caso de nuestra ciudad el desfasaje sería hasta 2052.
Otra información de mucho interés de este trabajo es el año a partir del cual veremos una extinción significativa de especies. Ello se muestra en el siguiente cuadro:
ESPECIES |
Año sin reducción emisiones |
Año con reducción emisiones |
Aves marinas |
2054 |
2084 |
Reptiles terrestres |
2041 |
2087 |
Anfibios |
2039 |
2080 |
Mamíferos marinos |
2042 |
2077 |
Aves Terrestres |
2038 |
2082 |
Mamíferos Terrestres |
2038 |
2079 |
Plantas |
2036 |
2077 |
Peces marinos |
2039 |
2073 |
Cefalópodos |
2038 |
2074 |
Reptiles marinos |
2038 |
2074 |
Praderas marinas |
2038 |
2073 |
Manglares |
2035 |
2070 |
Arrecifes de Coral |
2034 |
2070 |
Estamos por tanto en cuenta regresiva. En fechas próximas tendrán lugar nuevas reuniones internacionales para la negociación de un acuerdo para atender este asunto bajo la Convención de Cambio Climático de Naciones Unidas: la primera será en noviembre 2013 en Polonia, luego otra en 2014 en Perú, para llegar al acuerdo en 2015 en Francia. Pero no nos hagamos ilusiones, no existe garantía alguna de que vaya a lograrse tal acuerdo. Desde 1997 cuando se redactó el Protocolo de Kyoto los líderes políticos del mundo se han desentendido de este problema, han actuado con la irresponsabilidad de anteponer otras prioridades, para que sean otros, cuando ellos ya no estén, quienes tengan que enfrentar la situación. Pero para entonces ya será tarde, el cielo será definitivamente otro, y el planeta también. Una situación que hoy solo algunos lamentamos, ante la certeza de que mañana todos sufriremos.
23 Octubre de 2013.