El arca criolla está llena de relatos. Giuliana Chiappe

Alejandro Luy es biólogo y directivo de la Fundación Tierra Viva. Pero es, también, un buen contador de relatos sobre animales.

En El arca criolla, un libro de la Fundación Tierra Viva, Luy plasma esas historias que describen la forma de vida y, también, la particular personalidad de los animales. Son relatos verídicos pero a veces tan insólitos que parecen fantasía. Son escritos para adultos pero muchos de ellos pueden contarse a los niños.

En sus primeras páginas, el autor habla del tesoro ignorado que es la biodiversidad de Venezuela y destaca el privilegiado puesto que ocupa en esos rankings: está entre los diez países con mayor número de vertebrados terrestres, cuarto en anfibios, sexto en aves, octavo en mamíferos y noveno en reptiles. Sobre esos animales, hay cosas que contar. Aquí hablamos de algunos de los relatos contados en El arca criolla.

Ni tan bolsas. Los marsupiales -animales que llevan a sus crías en bolsas como el canguro- no viven sólo en Australia. En Venezuela tenemos dos: el rabipelado común (Didelphys marsupialis) y el perrito de agua (Chironectes minimus) cuya bolsa es tan buena, que se cierra herméticamente para que bucee sin ahogar a la cría.

¿Caimanes? No señor. El caimán de la Costa (Crocodylus acutus) y el caimán del Orinoco (Crocodylus intermedius) no son caimanes, sino cocodrilos y “no del mismo pozo”, como dice Luy. Caimán es la baba.

Insaciable chigüire. La relación sexual de los chigüires (Hydrochoerus hydrochaeris) macho con la chigüire hembra es muy particular: dura una hora, en la que la pareja se corteja y copula… unas 23 veces en una hora.

Una vaca que vuela. En Venezuela, en la cuenca del Orinoco, vive la única ave en el mundo que come igual que una vaca: puras hojas. Es la chenchena (Opisthocomus hoatzin). Su estómago es como el de cualquier rumiante y, además, esta ave huele a vaca.

Pura nariz. El guácharo (Steatornis caripensis) es un ave de hábitos nocturnos pero se diferencia de otras porque se alimenta de frutas en vez de pequeños animales y, sobre todo, porque no las detecta sólo con la vista sino con un poderoso olfato, mucho mayor que el de otras aves nocturnas.