La reciente degradación del Ministerio del Ambiente a viceministerio trae consigo serias consecuencias ante las pérdidas de algunas funciones elementales y básicas para la gestión ambiental. No es exagerado opinar que esto nos anuncie la carencia de una alta instancia que logre alcanzar la coherencia institucional y legal para manejar la inmensa dimensión ambiental, tan necesaria para todo país. Porque hay que estar claros, si bien el menospreciado ministerio para el ambiente mostraba muchas deficiencias desde la década de los ochenta, estas se debieron mayormente a los bajos presupuestos asignados desde su creación y a la más baja motivación entre sus funcionarios, expresada en sus miserables sueldos. A ello se le une la baja efectividad gerencial, por tratarse más de cuadros políticos a la cabeza ministerial, al menos durante los últimos tres lustros.
Por otro lado, los temas ambientales que afectan nuestra calidad de vida quedan ahora supeditados a un neologismo denominado ecosocialismo, del que desconocemos su significado concreto y práctico, a la par de que no aparece incluido en nuestra carta magna, ni bajo ninguna ley ambiental. Hay que indicar que los creadores del neologismo todavía se debaten en explicarnos el cómo armonizar su carga contradictoria para establecer procesos productivos industriales mientras rechaza la acumulación de capital. Tampoco explican cómo dirigir un país hacia una sociedad moderna sin las serias consecuencias de caer en otra de tipo aldeana y pre-estatal. Esto se quiere imponer ahora en un espacio territorial llamado Venezuela, otrora reconocido globalmente por adelantarse histórica y sorpresivamente ante los ojos del mundo al adoptar en su agenda política los pronunciamientos de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, celebrada en Estocolmo en 1972, y que acá resumimos en su eslogan: Integración entre desarrollo y políticas ambientales.
Al crear uno entre los primeros ministerios para el ambiente en 1976, Venezuela se adelantó a las más destacadas potencias industriales del mundo, entre ellas Alemania, que crea su ministerio para el ambiente en 1986 debido a los sucesos nucleares ocurridos en Chernobil, cuando Venezuela gozaba ya una década de reconocimiento de parte del director ejecutivo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) como país a la vanguardia ambiental.
Hoy Venezuela resalta de nuevo al incluirse entre los países que detienen su agenda ambiental. Porque desconocemos cómo se decidirá ahora sobre la protección del patrimonio natural y su reconocida megabiodiversidad. Aspectos de importancia para la sociedad consciente, por lo común que se ha hecho el realizar actos sistemáticos insanos que violentan la legalidad. Nos pone a temblar el que un ministro para la vivienda decida arbitrariamente sobre un tema tan delicado como lo es la ordenación y ocupación del territorio, siguiendo la bizarra costumbre de haber convertido al Ministerio del Ambiente, por décadas, en un ente para otorgar permisos para la afectación de los espacios naturales, en lugar de enfocarlo con el empeño que se le exige en establecer las localidades adecuadas para el poblamiento territorial. Al Ministerio del Ambiente había que rescatarlo y transformarlo, no reducirlo.
No hay que ir muy lejos, recordemos las denominadas “soluciones habitacionales” que construyó la Misión Vivienda en el Parque Nacional Médanos de Coro en septiembre de 2011, contra toda legitimidad y absoluta resistencia de sus guardaparques, y en ello se fudamenta nuestra opinión sobre la fatal decisión presidencial.
Para cerrar, la carga marxista que arrastra el concepto del ecosocialismo nos recuerda que Marx cabalgó sobre los planteamientos filosóficos de Hegel, al oponer la dialéctica sobre el empirismo, esto es, sobre el conocimiento objetivo, al menos sobre el significado de la naturaleza en su sentido más puro y amplio. Y ello, a nuestro entender exige la destrucción de falsas entidades. Y la naturaleza, demostrado está, es una entidad falsable, al menos políticamente. Parafraseando a uno entre los articulistas habituales de El Nacional: “A su maravillosa Fenomenología del espíritu no correspondió Hegel con una Fenomenología de la Naturaleza”. Sin lugar a dudas estamos frente a hechos que abren puertas a una sucesión de otros sucesos que desde ya atentan contra nuestro futuro y el de las próximas generaciones, y nos hace sospechar que existe una real conjura contra el ambiente.
*Ing. Agr. – Informático Ambiental
Fuente: El Nacional http://www.el-nacional.com/rafael_garcia_pena/Conjura-ambiente_0_484151773.html