Comenzar por algún lado. Michelle Hardy

me venden

Hace siete años, en una pequeña tienda de conveniencia, le dije a la cajera que le agradecía la bolsita plástica, pero que no la necesitaba. La pobre señora, angustiada, me dijo: “Pero van a pensar que está robando”, lo cual me pareció divertido, pero la tranquilicé. “No se preocupe señora, no pasa nada”, le respondí. El cambio a una cultura de basura cero y de combustibles alternativos, ya está llegando, pero toma su tiempo. Eliminar las bolsas plásticas es lo más fácil que se puede hacer, así que por allí se empieza. Lo ideal sería que uno pudiera llevar envases propios y rellenarlos de leche, aceite, champú, etc. De esa manera, sí disminuiríamos significativamente el consumo de plástico, pero para eso hace falta cambiar el sistema económico de arriba a abajo. ¿Quién está dispuesto? ¿Voluntarios? Es fácil decirlo, más difícil es hacerlo. El que la gente transforme su estilo de vida a uno más ecológicamente amigable, hace que los gobiernos presten atención a lo que la gente quiere, y así cambian las leyes. También las empresas prestan atención a lo que la gente quiere, y así cambian los modelos de negocio. Poco a poco vamos cambiando, pero no se puede pasar a una economía circular, amigable con el planeta, en un abrir y cerrar de ojos. Hoy día, una cajera está cobrando la bolsita plástica, en vez de insistirle a la compradora para que se la lleve, como era apenas hace unos años. Cómo será la misma transacción en siete años más? Será que nos cobrarán por la botella de aceite si se nos olvida llevar la nuestra para rellenarla? Ojalá.