Luego de investigaciones, de una amplia difusión de sus causas y consecuencias, de vencer a descalificaciones interesadas, hoy es ampliamente aceptada la existencia del cambio climático cuyo origen está vinculado a la actividad del hombre.
La quema de combustibles fósiles, la deforestación, las actividades agrícolas y pecuarias, así como los desechos sólidos, son, en su conjunto, responsables de casi el 90% de los gases de efecto invernadero.
Muchos son los impactos del cambio climático: modificación de los patrones de precipitación, aumento del nivel del mar, derretimiento de los polos y glaciares, pérdida de hábitat y biodiversidad, más huracanes y tifones, que además azotan con mayor intensidad, cambios en patrones de producción y distribución de cultivos y cambios en los patrones de distribución de enfermedades e infecciones, entre otros.
Sin embargo, toca hoy, si no defenderlo, al menos liberar al cambio climático de un conjunto de sucesos y hasta tragedias, que con suma libertad le han sido atribuidos de manera directa.
Lo que está sucediendo es que muchos gobernantes están convirtiendo al cambio climático en el “sospechoso habitual” de todo problema ambiental. Así lo han empezado a utilizar para ocultar malas prácticas de gerencia ambiental, las inacciones y las torpezas de las instituciones, especialmente las gubernamentales.
Cuando en 2005 el Huracán Katrina, uno de los más poderosos que se haya registrado en todos los tiempos, se enfiló contra el sur de Alabama y Lousiana, afectando a Nueva Orleans, autoridades locales y científicos advirtieron la amenaza y sugirieron acciones para salvar a la población. Incluso hubo quienes señalaron, varios años antes, la eventual aparición de un huracán de categoría 5 que acabaría con los diques que protegían a esa ciudad, los cuales habían sido construidos para soportar a huracanes de hasta categoría 3.
El Gobierno Federal desatendió el llamado y el resultado fueron 1800 muertes, en una ciudad que llegó a estar 7 metros bajo el nivel del mar. Por supuesto, cuando se habla del Katrina inmediatamente se le asocia al calentamiento global, pero usarlo como el “chivo expiatorio” ante la magnitud de la tragedia de alguna manera libera a muchos gestores de su ineficiencia ante el fenómeno natural.
Otro ejemplo tiene que ver con la salud. Se espera que con el aumento de la temperatura muchas especies de zancudos y otros insectos transmisores de enfermedades, amplíen su hábitat, pudiendo vivir en lugares más altos, antes inaccesibles por las bajas temperaturas. Por ello un mayor número de personas en todo el mundo podrían ser susceptibles a enfermedades como la malaria o el dengue.
Así seguramente en pocos años los gobiernos culparán al cambio climático del incremento en el número de afectados por este tipo de enfermedades, y con ello olvidarse de la inexistencia o ineficiencia de programas de salud integrales para evitar la propagación del mal.
Según ha escuchado, en Venezuela el cambio climático es, junto con el Efecto de El Niño, el responsable de la sequía y de los problemas de abastecimiento eléctrico. En efecto, en el 2009 se ha experimentado un descenso de las precipitaciones que afecta al Embalse de Guri, principal fuente generadora de electricidad del país, y los embalses que suplen de agua potable.
Entonces, allí encontramos a “el (nuevo) sospechoso habitual”: el cambio climático, y con él despachamos de una manera un tanto olímpica el problema.
No sé si usted, que lee esta nota, sabe que los venezolanos consumimos 400 ó más litros de agua por día, al menos 150 litros más de lo recomendado por la Organización Mundial de Salud para cada persona. Ese excesivo consumo se debe a múltiples factores y uno de ellos es que el agua es barata. Mensualmente la factura de agua es mucho menor que lo que se paga en un sistema de suscripción por cable, o incluso de nuestra tarifa de telefonía celular. Por eso mientras menos agua caiga del cielo y nuestro consumo (y derroche) se mantenga o incremente, la deficiencia será evidente y el culpable será, adivinen, el cambio climático.
Igual sucede con la energía eléctrica, donde la promoción del ahorro ha estado de por vida prácticamente ausente. La eficiencia energética se la hemos dejado a la tecnología, pero ha estado alejada de la acción gerencial o ciudadana.
El cambio climático existe. Es sin duda el principal problema ambiental a escala mundial. Pero no caiga en la tentación de etiquetarlo como único responsable de todo lo malo que en materia ambiental está pasando.
Alejandro Luy
Diciembre 2009
Artículo publicado en la Revista Río Verde N° 2. 2010.