
En Venezuela, temporadas más secas de lo normal implican balances muy negativos en los embalses de agua, por lo que deben considerarse medidas de adaptación en su manejo, ya que durante la época seca se utiliza más agua para riego, pudiéndose presentar conflictos por el uso del agua.
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Otro riesgo relacionado con la época seca es la ocurrencia de incendios forestales; la menor precipitación simulada para el periodo diciembre–febrero sugiere la necesidad de tomar medidas de adaptación para enfrentar más incendios en el futuro.
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La disminución de la lluvia simulada para junio–agosto puede tener consecuencias severas en la reposición del nivel de los embalses y en la agricultura. La menor precipitación que ambos modelos simulan al sur de Bolívar en varios trimestres, puede tener repercusiones sobre el caudal del Caroní, es decir, sobre la principal fuente de generación de energía hidroeléctrica del país.
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Un aumento de la temperatura promedio del país, incluso pequeños incrementos, pueden tener efectos severos en funciones biológicas (fotosíntesis, respiración) y físicas (difusión, evaporación), afectando a los seres vivos y a procesos complejos, tales como el movimiento de agua y nutrientes en el suelo o la capacidad de autodepuración del agua.
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Actualmente, el clima árido cubre aproximadamente un 2 % del área nacional, el semiárido un 11 % y el subhúmedo seco un 26 %, por lo que cerca del 39 % del territorio está bajo los climas que la Convención de las Naciones Unidas para la Desertificación considera críticos. En general, Venezuela será un país más caliente y seco.
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El proyecto “Cambio Climático, gestión de agua, enfermedades de origen hídrico: el papel de los gobiernos locales y las organizaciones de la sociedad civil” es ejecutado por INVESP y Fundación Tierra Viva en siete municipios de Venezuela y cuenta con el cofinanciamiento de la @ueenvenezuela