Por Alejandro Ãlvarez Iragorry
El año que finalizó dejó un aroma fuerte a conflicto. La guerra siguió mostrando sus garras y colmillos. Muchos paÃses sintieron el estremecimiento de graves crisis económicas y sociales. Resulta claro que estos son sÃntomas de un mundo dominado por prácticas insostenibles: Modelos económicos depredadores y miopes. Procesos polÃticos que secuestran o anestesian la participación y el poder de la gente, generadores de odio y exclusión; todos a ellos a veces cÃnicamente definidos como “populares†y “democráticosâ€. Insensatez ambiental disfrazada de desarrollo y falsa prosperidad.
Quizá por todo eso le colocamos expectativas tan altas a la Cumbre de Johannesburgo, y nos costó entenderla sólo como un paso más en el camino de la construcción de un mundo sustentable. El evento, como si fuese una escalada difÃcil, estuvo lleno de logros y retrocesos. De éxito y decepción. Quizá en la maraña de la diplomacia internaci
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