Biodiversidad. Bianca Castillo

¿Qué es eso a lo que tanto llamamos Biodiversidad?

Si todos los humanos del planeta tuviésemos la misma estatura, el mismo color de piel, el mismo color de ojos; si en definitiva todos fuésemos una réplica exacta del otro, seguramente sentiríamos como si hubiese una pieza que falta. Aun peor, si el mundo que nos rodea estuviese compuesto por un único elemento viviente –a parte de nosotros mismos- un árbol tal vez, sería algo así  como estar atrapados en un videojuego diseñado con muy poca imaginación. Afortunadamente, nuestro planeta Tierra  -que es azul y de muchos más colores- está compuesto por tanta diversidad de vida, que ni el más imaginativo de nosotros pudiese concebir en sueños. Se trata pues, de la diversidad biológica, concepto que los científicos utilizaron para designar el número de organismos vivientes, variedad y variabilidad; así como también las interacciones que se establecen entre las diferentes formas de vida que forman los ecosistemas. Al respecto, se dice que el científico W.G. Rosen fue quien simplificó el término a biodiversidad y que esto sucedió cuando él mismo organizaba el Foro Nacional de Diversidad Biológica en Estados Unidos de Norteamérica en 1985.

Desde entonces, tanto el término biodiversidad como el concepto que designa han sido ampliamente utilizados por biólogos, ambientalistas, líderes políticos y ciudadanos con conciencia ecológica. Hoy en día, el término se utiliza también con una evidente connotación de preocupación hacia la naturaleza y su conservación; ésta connotación coincide, a su vez, con el aumentado número de especies extintas y en peligro de extinción en las últimas dos décadas.

Algunos biólogos definen biodiversidad, de manera más sencilla, como la totalidad de genes, especies, y ecosistemas de una región.  La ventaja de este punto de vista -menos específico y más amplio-, es que pareciera describir la mayor cantidad de circunstancias y presenta una visión unificada de los tradicionales tres niveles existentes de biodiversidad: nivel de genes, de especies y de ecosistemas. Y un cuarto y relativamente nuevo nivel: el molecular.

Si nos adentramos a estos conceptos, encontraremos que el nivel de genes designa la variabilidad de los genes que distingue a cada uno de los individuos dentro de cada especie. El nivel de especies, por su parte, es la variedad de especies existentes en una región; algunos científicos destacan en esta categoría la importancia de las llamadas especies clave para el equilibrio ecológico. Luego tenemos el nivel de ecosistemas, que comprende todas las especies que conforman un ecosistema, sus interacciones, y otros factores que influyen en su desarrollo. En cuanto al nivel molecular, su estudio es nuevo y aun en desarrollo, quién planteó esta teoría fue el profesor  Anthony Campbell, apenas en el año 2003. Como un hecho bastante interesante, según un estudio publicado en 2008 por el Centro Nacional para la Información Biotecnológica (NCBI  por sus siglas en inglés) la diversidad molecular juega un papel preponderante en el grado de inteligencia de las especies.

Otros datos importantes sobre la biodiversidad es que Suramérica se halla en una posición muy privilegiada, ya que alberga la mayor biodiversidad en el planeta. Y que en el año 2010 fue declarado el Año Internacional de la Biodiversidad por la Organización de las Naciones Unidas. Esta última se trata de  una importante campaña cuyo objetivo persigue desarrollar una visión positiva sobre la diversidad biológica, un tesoro a conservar por múltiples razones.

No es para nadie un secreto que actualmente nuestro planeta está atravesando una crisis de biodiversidad. A nivel global, al menos 16.000 especies están en peligro de extinción. Esto incluye el 12% de las aves, 23% de los mamíferos, y 32% de los anfibios. Todos conocemos las razones de esta crisis ambiental: el impacto humano como resultado del desarrollo, la deforestación, la contaminación y el cambio climático. Lamentablemente, mientras te encuentras leyendo este artículo –y yo escribiéndolo-, nuestra especie -de amplia diversidad molecular-, sigue destruyendo el hogar y los hábitats de vida silvestre alrededor del mundo.
Sabiendo todo ello, debemos admitir que no tenemos derecho a destruir algo que ni siquiera hemos creado nosotros. Que precisamente como tenemos  poder destructivo, pero suficiente inteligencia, nos vemos en la obligación moral de ser cuidadosos con nuestra Tierra.

Ya no se trata solamente de procurarles un espacio adecuado a las generaciones venideras, sino de enmendar el daño que ya es más que evidente. Al menos estamos tomando conciencia de que las decisiones que tomamos como individuos, y como sociedad,  determinan la diversidad de genes, especies y ecosistemas que tenemos hoy en día y que tendremos –o no- en un futuro cercano.
Se sabe entonces que debemos ser menos antropocéntricos y más “ecologistas”, es decir, dejar de ser nosotros el centro del universo y comenzar, en cambio, a cuidar a los demás seres vivos. Pero, ¿cómo hacerlo de manera eficaz?, he allí el verdadero reto.

Definitivamente debemos tomar decisiones más sabias que impliquen balancear las necesidades inmediatas de cada uno de nosotros, los derechos, en incluso los deseos de individuos y comunidades; con medidas justas para proteger nuestro entorno a largo plazo. ¿Una de ellas? Dejar de considerar la protección del medio ambiente una moda superflua, y adentrarnos en medidas coherentes y accesibles para cada quién.

Si logramos esto y si logramos comprender lo que implica la biodiversidad en su sentido más amplio, y los diferentes valores que las personas le otorgamos a ésta, estaríamos dando el primer gran paso para designar estrategias de conservación realmente efectivas. Por ello, no te conformes con disfrutar de la biodiversidad por fotos, defiéndela y conéctate con ella. Pues como reza una profecía de la sabiduría indoamericana Cree “sólo cuando el último árbol haya sido talado; sólo después de que el último río haya sido envenenado; sólo después de que el último pez haya sido pescado; sólo en entonces, descubrirás que el dinero no se puede comer”.

* Los ricos en megadiversidad

En el planeta, sólo una docena de países son considerados “megadiversos”, es decir, que en sus ecosistemas albergan la más diversa y mayor cantidad de especies de fauna y flora del mundo. Colombia, Perú, Brasil, Ecuador, Venezuela, Bolivia, México e Indonesia son los países a nivel mundial líderes en biodiversidad y endemismo de especies.

Venezuela es el sexto país con la mayor diversidad de especies de aves del planeta, contamos con cerca de 1.400 especies, que representan el 44% de todas las especies de Suramérica y el 13% de toda la avifauna mundial. Nos corresponde el quinto lugar en plantas superiores con más de 15 mil especies y el décimo en anfibios con 315 sp, el sexto lugar en mamíferos con 351 especies, en reptiles ocupamos el puesto número diez con 341 especies. Por lo menos albergamos unas 1.790 especies de peces y más de 115 mil de insectos. Todas estas cifras podrían aumentar en nuestro país a medida que se vayan haciendo más estudios en regiones que no han sido o sido muy pocas estudiadas.

Artículo aportado por Revista Río Verde