Belleza e inteligencia: Una combinación peligrosa para los loros. Eliana Blanco Pérez

Los loros, pericos y guacamayas que habitan en África y en nuestro continente americano, son llamados psitácidos, en alusión al nombre científico del grupo en latín, Psittacidae, que significa loro1.

Desde hace cientos de años, los psitácidos han sido utilizados como alimento, como mascotas, han empleado sus plumas como ornamento y algunos incluidos dentro de culturas y creencias religiosas2. Sin embargo, actualmente, la demanda de éstas especies se ha intensificado. Como son atractivas aves de compañía por su colorido, inteligencia, longevidad y capacidad de imitar la voz humana, hoy en día los loros son mascotas tan comunes como perros y gatos, lo cual se considera una de las principales causas de que cerca de un tercio de los loros del mundo estén amenazados de extinción3,4.

En Venezuela, de nuestras 47 especies de loros, al menos 17 son comúnmente comercializadas5,6 a través de una amplia red de comercio ilegal que incluye tiendas de mascotas, mercados, vendedores ambulantes e Internet, y son ofrecidos frecuentemente a precios relativamente bajos para satisfacer los mercados nacionales e internacionales5, 7, 3. El comercio de éstas especies como mascotas no solo afecta sus poblaciones al extraer los pichones, sino que, generalmente, los nidos son destruidos para facilitar el acceso a los individuos, dejándolos inútiles para próximas nidadas8, 9.

¿Qué tan terrible es esto?

El problema es que la velocidad con que se reproducen la mayoría de los psitácidos es lenta. Muchos se reproducen solo una vez al año y sus intentos por anidar pueden ser fallidos. Si logran tener pichones, generalmente son entre tres y cuatro, pero no todos sobreviven. Algunos pueden tardar más de un año en reproducirse por primera vez, siempre y cuando consigan pareja y un lugar para anidar, ya que, a excepción del perico monje (Myopsitta monachus), los loros neotropicales (del Caribe, Centro y Sur América) no construyen sus propios nidos10, 11, 12. Si carecen de cavidades aptas, su reproducción podría verse limitada13, 14. Por lo tanto, si muchos termina siendo mascotas, posiblemente su población tarde muchos años en recuperarse15.

Pero muchos dicen «por mi casa hay bastantes»

La verdad es que por la mía también. Todos hemos conocido a alguien con loros como mascotas y aún podemos ver algunas especies en grandes bandadas. Sin embargo, no hay estudios científicos que nos puedan asegurar cuántos hay en nuestro país, si hay parejas suficientes, ni sabemos si ese «bastantes» sea una cifra suficiente como para que una población se mantenga estable en el tiempo. Es posible que, siendo animales longevos, en algunos casos tengamos años viendo los mismos individuos, porque algunos estudios han podido comprobar que hay poblaciones con una gran proporción de adultos no reproductivos11.

Las consecuencias

Aunque no está comprobado el impacto que puede tener el declive de poblaciones de psitácidos sobre los ecosistemas16, sabemos que al ser depredadores de semillas y tener un alto consumo de flores, éstas aves deben tener una gran influencia en la estructura y diversidad de los bosques17, 18, 19, 20. Algunos estudios mencionan el potencial de los loros en la dispersión de semillas y la polinización, sin embargo, esto es muy difícil de comprobar21, 22.

¿Qué podemos hacer?

Los científicos seguiremos poniendo nuestro granito de arena para tratar de conocer mejor a los psitácidos de nuestro país y poder proponer y trabajar en acciones de conservación de las especies y sus hábitats. Lo que todos podemos hacer es respetar la fauna silvestre, evitando la compra y tenencia de especies de loros, lo cual es fundamental para su supervivencia en la naturaleza, ya que cada individuo tiene un rol importante dentro del ecosistema.

Existen leyes que protegen a los loros (Ley de Gestión de la Diversidad Biológica), sin embargo, debemos hacer cumplirlas y no ser parte del delito que representa su compra, venta y mantenimiento en cautiverio. Debemos actuar e incitar a nuestros allegados a no tener ningún loro como mascota, ni siquiera comprarlos por lástima de verlos en malas condiciones. La venta solo incita al vendedor a buscar más y la tenencia invita a que otros los quieran en casa también.

Si ya tienen loros en cautiverio, no es muy heroico el acto de liberarlos. No solo porque esos individuos quizás no sean capaces de sobrevivir solos, sino que no sabemos las consecuencias que puedan tener los escapes o liberaciones fuera de sus hábitats. Algunas especies como la cotorra de Kramer y el perico monje (Psittacula krameri y Myiopsitta monachus), fuera de su área de distribución original, han causado grandes pérdidas económicas y daños ecológicos, afectando cultivos e instalaciones eléctricas23. Además, son potenciales dispersores de enfermedades que pudiesen afectar a la fauna nativa24, 25.

Por otro lado, es importante comprender que alimentar de la mano y muy de cerca a cualquier loro silvestre, aunque sea una grata experiencia, es cebarlo. Están aprendiendo a no tenerle miedo a los humanos, lo cual facilita su captura, distribución y venta.

Finalmente, es más fácil hacer algo que beneficie a los psitácidos que no hacerlo. Seguiremos teniendo loros en la naturaleza solamente si no contribuimos con su comercio y tenencia y evitemos la destrucción de sus hábitats.

Referencias

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  6. 6. Ascanio, D., Miranda, J., León, J. G., Marantz, C., Crease, T., Kvarnbäck, J., y otros. (23 de Julio de 2015). Species lists of birds for South American countries and territories: Venezuela. Obtenido de http://www.museum.lsu.edu/~Remsen/SACCCountryLists.htm
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