Bajo consumo. Hernán Sorhuet Gelós.

Hernán Sorhuet Gelós
La velocidad con que suelen producirse los avances tecnológicos muchas veces supera la capacidad de toma de conciencia de lo que su utilización significa.
En el sector energético suelen ocurrir avances -por momentos vertiginosos- en permanente actualización, como respuesta a una creciente demanda que no le da descanso a la sociedad. De hecho, hasta países de pequeña escala como el nuestro, enfrenta una creciente crisis energética que exige repensar su matriz energética.
Una de las claves estratégicas está en el ahorro del consumo, lo que estimula a trabajar duro a favor de la eficiencia energética. En los 80 irrumpieron al mercado las lámparas de bajo consumo de energía eléctrica, también conocidas por su sigla en inglés CFL. La idea fue ahorra electricidad produciendo la misma cantidad de luz. Se recurrió a la mejora de la tecnología tradicional de los tubos de luz fluorescentes. El resultado fue todo un éxito, con el beneficio adicional que las nuevas lámparas de luz duran más tiempo que las incandescentes.
Como era previsible, la mejora tecnológica de las lámparas en casi todos los aspectos (luminosidad, peso, composición, encendido, etc.) fue una constante hasta el presente. Y seguramente así continuará.
Ello no significa que puedan surgir algunas preocupaciones, tomando en cuenta la tendencia mundial a la masificación de su uso. Todo indica que las lámparas de larga vida desplazarán a las incandescentes en un período no muy largo de tiempo. Así lo confirma la campaña de UTE iniciada el año pasado.
El gas de las lámparas contiene unos dos miligramos de mercurio. Como se sabe esta sustancia es muy tóxica para la salud de las personas y también de los ecosistemas en general. La toma de conciencia de manejar con mayor prudencia este metal líquido ha aumentado bastante. Recordemos que el Ministerio de Salud Pública impulsa una campaña para retirar los termómetros clínicos (de mercurio) y sustituirlos por termómetros digitales.
Si bien la cantidad de mercurio por lámpara es muy baja (1.000 veces menor que la de un termómetro y 100 veces menor que la de un tubo de luz fluorescente)podría transformarse en un problema de contaminación muy peligrosa si millones de lámparas de bajo consumo agotadas, se rompen y liberan su carga, una vez que han sido desechadas en los basureros municipales.
Es evidente que este problema potencial de ninguna manera cuestiona las ventajas del uso de las lámparas de bajo consumo a escala masiva. Lo que amerita es que este previsto un sistema adecuado de recolección, transporte y disposición final de esta clase de desechos. Aunque hasta ahora ha sido mala la experiencia de las intendencias de manejar correctamente productos de similar complejidad para la salud y el ambiente, como las pilas y baterías,  no significa que ocurra lo mismo con las lámparas de bajo consumo agotadas.
También habrá que estudiar si puede resultar rentable el reciclado de algunos materiales de éstas lámparas.
Como vemos, los crecientes desafíos que enfrenta la sociedad exigen que los avances científicos y tecnológicos den respuesta a varios problemas a la vez. Es perfectamente posible mejorar la eficiencia energética, bajando costo y protegiendo la salud de la gente y el ambiente.

EL PAIS; Montevideo, 12 de agosto de 2009
Hernán Sorhuet Gelós