Ambientalmente vamos mal, muy mal. Juan Carlos Sánchez M

No es que hemos ocasionado una crisis ecológica, eso no es. Cuando se habla de una crisis esencialmente se está hablando de una transición desde un estado inicial normal hacia un nuevo estado distinto, que se anticipa problemático, pero que pudiera revertirse. Lo que se observa actualmente no es una transición, es que estamos alterando las condiciones naturales de habitabilidad de los ecosistemas para muchas especies, y lo peor es que muchas de estas alteraciones son irreversibles, no habrá posibilidad de retorno a las condiciones iniciales. Por eso lo que está ocurriendo no puede calificarse solamente como una crisis.
La contaminación ambiental, que engloba todos los problemas sanitarios derivados de la disposición inadecuada de los desechos líquidos, sólidos y gaseosos, no es más que una cuestión si se quiere menos grave entre todos los problemas ambientales que hoy confrontamos. La contaminación ambiental puede eventualmente ser resuelta gracias al desarrollo tecnológico. La pérdida de la biodiversidad y el cambio climático, comparativamente, son problemas de mayor envergadura, que no se podrán resolver tan solo con la tecnología.
Cuando una especie se extingue, no la veremos más salvo en imágenes y, según lo reportado por la Plataforma Intergubernamental sobre la Biodiversidad de Naciones Unidas, en un informe elaborado por expertos de 50 países, de los 8 millones de especies que existen en el planeta, un millón se enfrenta a la extinción. Esto último expresa cuantitativamente la gravedad de este problema. Con respecto al cambio climático, suele referirse el mismo como un riesgo, lo cual no es correcto. Un riesgo es la posibilidad de un daño que ocurre circunscrito a un determinado espacio y tiempo, y que en muchos casos puede ser compensado con dinero. El cambio climático no es un riesgo: si asumimos que los países no adopten las medidas de mitigación de las emisiones de gases de efecto invernadero necesarias, y la temperatura media mundial aumenta 4, 5 o 6 grados centígrados, las condiciones a las que será llevado el planeta serán tales, que no existe cantidad de dinero posible para compensar los daños. Seguir hablando de riesgos del cambio climático no tiene sentido, porque lo que está en juego son las condiciones de habitabilidad del planeta, y una vez que estas hayan sido transformadas, no habrá compensación ni reversión.
Esta misma problemática ocurre, a menor escala, en nuestro país con un proyecto tan devastador como el del Arco Minero del Orinoco. Este está generando diversas formas de contaminación, que eventualmente pueden ser controladas tecnológicamente, si existiese la voluntad política de realizar tal control. Pero su contribución al cambio climático, derivado de las emisiones de gases de las maquinarias y por la deforestación, y el impacto sobre la rica biodiversidad local, producto de la destrucción de hábitats naturales, son problemas que no podrán ser revertidos. No tiene ningún sentido tal destrucción en un país que posee otras oportunidades para mejorar su economía, que son mucho menos agresivas.
La tecnología, con el desarrollo de máquinas y equipos más eficientes y de aprovechamiento de fuentes limpias de energía, y los enfoques de economía circular seguramente permitirán lograr cierta mitigación de estos problemas a escala global, pero no podrá resolverlos en su totalidad. Es por eso que ambientalmente vamos mal, muy mal. Lo que se vislumbra en el horizonte es una necesaria racionalización global del consumo de recursos naturales, incluido los recursos energéticos fósiles,  y ojalá que tal racionalización comience pronto, para evitar que la misma se convierta, lamentablemente, en un racionamiento forzado.
24 de junio 2019