Como cada último sábado del mes de marzo, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) organiza un apagón nocturno de 60 minutos. Un gesto simbólico que, sin embargo, resulta insuficiente para detener la crisis climática global.
26 de marzo de 2021 2:44 PM | Vanessa Ortiz Piñango
15 minutos. En el preciso instante en el que estés leyendo estas líneas, justo ahorita, es la hora del planeta. Pero también lo fue unos minutos atrás y lo será en los próximos segundos.
La Tierra constantemente nos pide auxilio, solo que ignoramos sus mensajes.
Este día es diferente. Somos nosotros quienes le gritamos a ella que la amamos y valoramos, que sabemos el daño que le estamos causando y que, como ejemplo de solidaridad, apagaremos las luces artificiales por un lapso de 60 minutos.
Quedar en completa oscuridad es la actividad distintiva y la manera más fácil de participar en la Hora del Planeta. Según su promotor, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), se trata del “mayor movimiento mundial contra el cambio climático y la pérdida de biodiversidad”. Se organiza este 27 de marzo, como cada último sábado de marzo desde 2007, entre las 8:30 y las 9:30 de la noche del lugar donde te encuentres.
Voces que suman más voces
Ciertamente, apagar las luces por una hora no produce un impacto detectable directo sobre el consumo de energía anual, incluso si los 8.000 millones de terrícolas nos ilumináramos solo con linternas y velas.
“Pero sí puede tenerlo indirectamente, al llamar la atención de la ciudadanía”, explicó Jon Paul Rodríguez, presidente de la Comisión para la Supervivencia de las Especies de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) -con sede en Suiza-, en entrevista exclusiva con 15 minutos.
De opinión similar es Alejandro Luy, gerente general de la ONG venezolana, Fundación Tierra Viva, quien de igual forma conversó en exclusiva con 15 minutos. “Es más un llamado de atención. Las causas de la generación de gases de efecto invernadero, responsable del cambio climático, son mucho más complejas y diversas”.
Y vaya que funciona la convocatoria. En ediciones anteriores y según el WWF, miles de ciudades de casi 200 países se sumaron a la Hora del Planeta, incluyendo más de 17.000 monumentos y edificios famosos como la Torre Eiffel de París y el Coliseo de Roma.
A lo digital
2021 es un año atípico y decisivo para los impulsores de este evento. Atípico, porque el coronavirus SARS-Cov-2 hará de este corte lumínico voluntario un suceso completamente virtual. Al menos, esa es la intención: que todos lo vivan desde sus hogares y compartan su experiencia a través de Internet.
“Las redes sociales juegan un papel fundamental. La pandemia nos mantiene en casa, pero las redes nos permiten estar comunicados”, precisó Rodríguez, de la UICN.
Decisivo “para la protección de la naturaleza. Los líderes mundiales tomarán decisiones políticas clave sobre la acción climática”, recordó el WWF. El Fondo hace referencia, específicamente, a la decimoquinta Reunión de la Conferencia de las Partes en el Convenio sobre la Diversidad Biológica, que se llevará a cabo el 17 de mayo en Kunming, China; y a la vigesimosexta Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que se realizará del 1 al 12 de noviembre en Glasgow, Escocia.
“Serán 2 momentos fundamentales para lograr un plan global ambicioso para transformar la relación de la sociedad con la biodiversidad y garantizar que, para 2050, se cumpla la visión compartida de vivir en armonía con la naturaleza”, enfatizó el WWF.
¿Qué tanto ayudó el encierro?
Cuando las personas se vieron obligadas a permanecer en sus casas durante los primeros días de confinamiento en 2020, el agua de los canales de Venecia, que suele ser oscura, se tornó casi cristalina y hasta se observaron peces nadando en algunos lugares.
El aire igualmente se “despejó”. Así lo constató en algunos países de Europa la Agencia Espacial Europea (ESA) y la propia Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA) de Estados Unidos (EEUU) en varias ciudades de China.
Para Luy, de la Fundación Tierra Viva, tales fenómenos no se traducen en una reducción significativa de la contaminación. “Los datos de 2020 demostraron que el efecto de la pandemia para la producción de dióxido de carbono fue muy puntual, a pesar de que la sensación era de que el mundo se había paralizado”. Y eso ocurrió porque, en la práctica, hubo procesos que jamás se detuvieron. “Por ejemplo, en Venezuela, la minería ilegal se mantuvo con terribles consecuencias ambientales y sociales. Entonces, el reto sigue siendo el mismo”.
¿Y la aparición sorpresiva de animales salvajes en zonas urbanas densamente pobladas, como el puma en Santiago de Chile, significó algo positivo? “Muchas especies que habitan cerca se atrevieron a llegar a lugares generalmente llenos de personas. Quizás la conclusión más importante es que, sin saberlo, estamos rodeados de una diversidad biológica urbana desconocida y poco valorada, por la que deberíamos trabajar más”, sostuvo Luy.
Del mismo lado de la acera se ubicó Rodríguez, también presidente de la asociación civil venezolana Provita e investigador del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC). “Quiere decir que la naturaleza se recupera si se lo permitimos. Una vez que la presión humana cesa, poblaciones de plantas, animales y hongos empiezan a crecer y a ocupar los espacios que estén disponibles. Es un mensaje alentador, que refleja la altísima resiliencia de las especies y los ecosistemas”, dijo.
La hora final del planeta
En 2009, 18 científicos propusieron en la revista Science un marco conceptual para analizar el grado de explotación de la naturaleza y determinar cuánta “vida útil” le queda a cada uno de los procesos fundamentales (9 en total) que, a su juicio, garantizan la estabilidad de nuestro mundo.
Dichos límites planetarios, como los denominaron, son: cambio climático, agotamiento de la capa de ozono, cambios en el uso de suelo; consumo de agua dulce, ciclo del nitrógeno y del fósforo, biodiversidad, aerosoles, contaminación química y acidificación del océano.
Después de ellos, han sido muchos los autores que han asegurado que ya superamos los límites planetarios, “que agotamos el crédito y estamos consumiendo el capital”, comentó Rodríguez. “La vida en la Tierra siempre va a continuar. La pregunta es: ¿cuál es el tipo de planeta en el que queremos vivir?”.
“Estamos en un momento crítico si queremos revertir la tendencia de deterioro”, precisó Luy al respecto. “El reto es transformar los procesos productivos, reconociendo que la manera de desarrollo es insostenible. Necesitamos una nueva economía, con menor producción de desechos, nuevos procesos de producción y distribución de alimentos, evitar la deforestación y el consumo de especies de la diversidad biológica, producir más energías limpias y revisar los patrones de negocios”.
Comemos de la naturaleza. Su agua nos mantiene vivos y sanos. Respiramos su aire y sus árboles nos protegen de la radiación. No existe algo que necesitemos y no dependa de la vasta y frágil naturaleza, “además de los muchos beneficios intangibles que disfrutamos todos”, según Rodríguez.
“Su degradación afecta desproporcionadamente a los sectores más vulnerables de la sociedad. La lucha por la conservación ambiental es por nosotros mismos y nuestro bienestar. Compartimos este espacio con 30 millones de especies. Mi voto es porque ninguna más se extinga y coexistamos armónicamente”, indicó el experto de la UICN.
¡Es ya!
La enfermedad del SARS-Cov-2 (COVID-19) no ha sido clasificada como estacional, como es el caso de la influenza, que resurge anualmente. No obstante, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) advirtió que los modelos estudiados hasta la fecha sugieren que, en el futuro, la transmisión de la COVID-19 podría volverse estacional. “El coronavirus que la causa parece sobrevivir mejor en condiciones de frío, clima seco y baja radiación ultravioleta”, acotó la OMM.
Si bien ha habido oleadas de contagios en condiciones tanto de frío como de calor, la OMM informó que hay evidencia de que las muertes por este nuevo coronavirus aumentan en épocas de alta contaminación atmosférica.
De ser así, el clima se convertiría en un catalizador de esta y otras pandemias. Una razón de peso adicional para decretar la hora infinita del planeta.
Es el sentir de Alejandro Luy, gerente general de la venezolana Fundación Tierra Viva, que “todos los días se hable y se actúe a favor de un nuevo modelo de desarrollo sustentable desde todos los sectores: público, privado, organizaciones de la sociedad civil y el ciudadano común. No podemos ‘apagar’ los mecanismos que sostienen los procesos económicos y sociales, pero sí podemos impulsar nuevos mecanismos donde la sustentabilidad sea la norma”.
En palabras de Jon Paul Rodríguez, presidente de la Comisión para la Supervivencia de las Especies de la UICN: “Todas las horas son la hora del planeta”.
Fuente 15 minutos