Todos, de una manera u otra hemos pensado a Venezuela, ya sea movidos por intereses personales o colectivos. Ese pensar al país donde hacemos vida, siempre tendrá en cuenta las ambiciones que casi todo ciudadano aspira tener o lograr para que el pueblo venezolano preserve su destino como nación libre, democrática y soberana a través del tiempo.
Es del interés colectivo que Venezuela alcance un nivel de desarrollo social, político, económico y ambiental, que eleve la calidad de vida de los ciudadanos a niveles aceptables.
Los venezolanos nos hemos transformados en expertos en todo y es común escuchar opiniones expertas sobre cualquier tema de interés nacional, ya sea proviniendo de un ciudadano común o de un especialista reconocido en la materia, en la calle o en reuniones privadas o familiares. Todos tenemos una opinión que consideramos acertada y basta entrar a una red social como Twitter para darse una idea del nivel de experticia colectiva que tenemos como individuos.
De esta manera, yo tampoco me puedo quedar atrás y siguiendo la costumbre a la cual todos pareciéramos obedecer, quiero contribuir con una aproximación basada en mi experiencia profesional y mi vivencia como ciudadano de a pie, aunque acostumbre andar en ruedas.
Y es quizás por aquí por donde debería comenzar, por el comportamiento ciudadano en nuestras calles y avenidas. El tráfico automotor y peatonal. Un caos total, caracterizado por un consultor extranjero durante su visita en ocasión del desastre de Vargas de 1999, como “el país con mayor grado de indisciplina civil en el planeta.” Poca cosa, ¿no? Sin embargo, le doy la razón sin mucha discusión. Los venezolanos pareciera que nos hemos acostumbrado a hacer lo que nos da la gana, sin respetar las leyes ni los derechos de los demás que puedan verse afectados por nuestras acciones y procederes.
Tráfico automotor y peatonal
En ese sentido, lo primero que se me ocurre que una nueva gobernanza debe atacar como prioridad para lograr un cambio de actitud y de comportamiento ciudadano de la manera más expedita, es ordenar el tránsito automotor y peatonal del país.
Por ejemplo, yo no lo veo a usted en su casa, si anda sin peinarse, si se cepilla los dientes, si le grita a su mujer o a su marido, o si les pega a sus niños. Sin embargo, sí lo veo en la calle, mientras usted maneja su vehículo, dirigiéndose a su trabajo o viniendo de él, llevando a los chicos al colegio o yendo al supermercado, porque no respeta el semáforo, se come la flecha, se le atraviesa a los que piden paso, se estaciona en doble fila, no deja pasar a los peatones en el rayado, etc, etc, etc. Y lo peor es que siempre hay alguien que también se encuentra asistiendo mientras está usted en esas maniobras, casi siempre un niño, su propio hijo que probablemente va sentado en el asiento trasero del vehículo y que está atento al comportamiento de sus padres y aprendiendo continuamente, como una esponja, absorbiendo todo lo bueno y lo malo que demostramos ser en el tráfico.
Lo mismo podemos comentar acerca de los peatones, una masa de transeúntes que no sabemos para qué sirve un rayado y cruzamos por donde y cuando se pueda. Quizás pareciera que lo peatonal es una respuesta lógica al caos vehicular imperante, pero hay faltas de parte y parte. El caos es de lado y lado, y no sirve a nadie esta anarquía urbana.
Educar a un país que no sabe ni siquiera para qué sirve un semáforo, la herramienta fundamental para ordenar el tráfico de una ciudad no es tarea fácil, pero se puede lograr, con determinación y método. Lo viví en Brasilia, una ciudad que sorprende, no solo por su grandioso diseño arquitectónico y su organización urbana, sino por la fluidez de su tránsito automotor y la ausencia de ruidos de bocinas. Increíble, ¿verdad? Pero eso no es gratis, una campaña de educación para el tránsito, que comenzó a dar frutos después de más de 15 años, reforzada por un programa de educación ciudadana y capacitación, además de la implementación de un ingenioso sistema de multas y la privatización del servicio responsable por la fiscalización, hizo que vehículos y peatones se respetaran.
Por ejemplo, un comportamiento ejemplar que observé es cuando al encontrarse ante un rayado o paso peatonal, los vehículos se detienen al percatarse de la señal de un peatón con el brazo levantado solicitando el paso. Otro aspecto es que se respetan las velocidades máximas permitidas en las principales arterias de la ciudad, gracias a un sistema de vigilancia y registro de incidencias que funcionan mediante un sistema de imposición de multas que rara vez perdona al infractor.
Obvio que medidas adicionales, como la política de cero tolerancia al alcohol, hecha ley en Brasil a partir del 2008 y que impone serias penas al conducir bajo efectos del alcohol, son medidas que han coadyuvado a la situación que describo. Ya en el primer año de esa Ley, las emergencias en los hospitales brasileños cayeron al 50%. Nada más que discutir.
Reciclaje
El segundo aspecto prioritario o aspiración ciudadana, en mi opinión es el reciclaje de la basura y de todo aquel subproducto del patrón de consumo que nos caracteriza. La gran cantidad de plástico, papel, vidrio, metal y otros materiales, así como la disposición final de los desechos son un problema mundial. En nuestro país, ya para el año 2000, los rellenos sanitarios se encontraban saturados y sin ser experto en el asunto, dudo que nuevos rellenos hayan sido puestos en operación en los últimos 20 años.
El problema de la disposición y recolección de la basura es crucial para cualquier sociedad y no solo por la parte estética, sino también por una cuestión de salubridad pública. Aunque no viene al caso, es una trágica realidad la conducta de hurgar en la basura y hasta comer de ella en el mismo sitio donde se dispone en la calle, frente a las residencias y locales de comida. Personalmente espero que esta costumbre quede en el pasado como un desdichado recuerdo del desastre socio político que han significado las dos primeras décadas del nuevo milenio para Venezuela.
El reciclaje es una conquista ciudadana, un logro que solo es disfrutado por las sociedades mas evoluídas y organizadas, donde el conocimiento ambiental, la ingeniería y la capacidad tecnológica, la organización municipal y el comportamiento ciudadano se unen para dar un ejemplo de práctica ecológica, sin la cual no será posible el desarrollo sustentable. ¿Cómo lograrlo? Existen muchas experiencias en el mundo que pueden ser adaptadas a nuestra idiosincrasia sin mucho problema y hay que intentarlo.
Energías alternativas
La tercera aspiración tiene que ver con la energía. Ya se ha demostrado que nuestro país debe dejar de depender del petróleo y es hora de desarrollar las energías alternativas en un gran esfuerzo nacional, que se transforme en una importante política pública y que nos involucre a todos.
El modelo energético venezolano siempre ha girado en torno a los desarrollos hidroeléctricos ubicados en el río Caroní (Macagua, Guri, Caruachi y Tocoma) y a las plantas termoeléctricas que queman combustibles fósiles (diesel, gas y carbón).
Nuestro país posee muy poca experiencia en proyectos alternativos de energías renovables, pero los recursos naturales abundantes convierten a Venezuela en el oasis ideal para desarrollar la eficiencia energética que exige nuestro cambiante mundo. Considero que no es necesario extenderme en este tema, pero hay que pensar en otras alternativas que no sean las grandes centrales hidroeléctricas y las plantas termoeléctricas. Es una tendencia mundial y hacia allá debemos ir. Solo faltaría que superemos el problema de orden tecnológico, tecnología que todavía no tenemos.
Pasantía rural
La cuarta aspiración, como todas las anteriores, tiene que ver con la educación. La educación es algo que debe convertirse en la máxima prioridad para nuestra sociedad en los tiempos por venir, pero en mi anhelo particular, planteo que además de todo lo prioritario que debemos alcanzar en la educación primaria y secundaria, todas las carreras universitarias y no solo las del área de la salud, como se acostumbra con medicina y odontología, deban cumplir una pasantía rural en algún lugar apartado del país, de manera coordinada y con la logística y coordinación de las fuerzas armadas, quienes deberán incluir en sus presupuestos los gastos de transporte, alojamiento, alimentación y seguridad de nuestros estudiantes, por períodos de treinta días al menos.
Esta medida se revertirá en beneficios inmediatos al otorgar a poblaciones de menos de 5.000 habitantes y distantes de los ejes mayormente poblados del país, la oportunidad de beneficiarse de la experiencia de convivir con jóvenes estudiantes provenientes de centros urbanos, donde la calidad de vida se supone ser de mayor nivel que en el campo y al mismo tiempo proporcionará a nuestros futuros profesionales con una visión auténtica de la realidad del país para el cual se están formando profesionalmente. Experiencias como estas existen en diversas partes del mundo y no será difícil adaptar un programa similar en nuestro país.
Para concluir esta breve suma de aspiraciones quiero manifestar que mis reflexiones además de ser secuela natural de mi gentilicio, como bien lo expresé al inicio, están basadas en mi entrenamiento científico, la búsqueda del conocimiento que compartimos todos y mi capacidad de observar el entorno, cualidades necesarias para realizar un ejercicio ecológico, en el entendido que la ecología es la ciencia que estudia la relación de los seres vivos con su ambiente.
Estoy seguro que a corto plazo, me atrevo a estimar que en apenas un par de años, un programa de educación destinado a satisfacer estas aspiraciones y basado en las ideas que pincelo en estas líneas, transformaría el comportamiento ciudadano en nuestro país para el bienestar de todos.
Hay que pensar el país para mejorar lo que viene.
Jose Ramón Delgado
Oceanógrafo, febrero 2020