Los ambientalistas y ecólogos insistimos mucho en la importancia de los bosques para la producción de agua potable. Para quien tenga algún contacto con el campo, es algo intuitivo, particularmente en el trópico: Las zonas sin vegetación son mucho más calientes y el calor seca.
La sombra (y su concomitante descenso de la temperatura) es, sin duda, una parte fundamental de la función del bosque para la cuenca hidrográfica. Pero el bosque cumple varios papeles instrumentales para la salud de los ríos y lagos. Enumeremos las más obvias:
1) El descenso de las temperaturas debido a la captación de energía solar por parte de las hojas favorece la condensación.
2) La gran superficie foliar de los árboles multiplica las tasas de condensación.
3) La capa de hojas del dosel evitan que las gotas de lluvia impacten la tierra y la erosionen (reduciendo la sedimentación).
4) Las raíces de los árboles estabilizan el terreno, evitando deslaves y sedimentación.
5) Las raíces profundas de los árboles favorecen la infiltración del agua en el terreno, regulando la velocidad del flujo de la escorrentía y generando depósitos subterráneos de agua.
6) La comunidad biológica que el bosque mantiene los nutrientes fuera del agua de escorrentía, lo cual produce un agua más limpia.
7) La evapotranspiración y el descenso de la temperatura de toda la zona promueve la ocurrencia de mayor pluviosidad.
8) La secreción de compuestos volátiles producidos por las hojas funciona como promotor de la pluviosidad al proporcionar núcleos de condensación.
9) A escala planetaria, los bosques absorben CO2 y ayudan a estabilizar los patrones climáticos, incluidos los de precipitación.
Imaginemos un bosque compuesto de una sola especie de árbol que cumpla todas estas funciones. Tendríamos que sembrar una especie que tenga altas tasas de fotosíntesis, una gran superficie foliar, un gran profusión foliar, raíces superficiales fuertes, raíces verticales muy profundas, capaz de soportar el establecimientos de una comunidad diversa de organismos animales, fúngicos y protistas, o en su defecto, capaz de absorber una enorme cantidad de nutrientes del agua y retenerlos, tener altas tasas de evapotranspiración a gran altura, pero también a ras de suelo y secretar una gran cantidad de compuestos volátiles. Además tendría que ser una especie resistente a todas las plagas y enfermedades, tener troncos rígidos para soportar gran altura pero flexibles para soportar vientos y así evitar que el bosque desaparezca ante un solo evento catastrófico.
No existe tal especie. Cada una de las funciones de un bosque es cumplida por un puñado de especies que tienen las características que se requieren para esa función. Lo que es más, de nada sirve tener un gran parche de una especie cumpliendo una sola función en una sola región de la cuenca, y tener otro parche cumpliendo otra en otra región de la cuenca. La comunidad debe estar entrelazada para cumplir su función productora a cabalidad. Y por ello es importante que en el bosque también haya diversidad de animales, porque cada especie del bosque es dispersada y polinizada por animales particulares. Esto es lo que asegura un mosaico productivo de especies vegetales.
Este es solo un ejemplo de por qué los servicios ambientales dependen de la biodiversidad. Los ecosistemas más biodiversos son más resistentes, resilientes y productivos. Esto es verdad para los bosques, para cualquier otro tipo de ecosistema y, particularmente, para las sociedades humanas.