23 años cotorreando. Leopoldo García Berrizbeitia

Todos hemos visto alguna vez alguna especie de loros o guacamayas, pero sólo unos pocos conocen su verdadero valor en libertad. Provita quienes llevan 23 años abogando por ellas, en especial por la Cotorra Margariteña, recomiendan no comprarlas como mascotas y respetar a toda costa sus hábitats naturales

23 años cotorreando.   Leopoldo García Berrizbeitia

Dedicarle casi un cuarto de siglo a cotorrear profesionalmente es como para ser propuesto para un puesto en el Libro de Guinness de Records Mundiales; que nos paguen por eso puede parecernos una grosería, pero hacerlo en un desierto ya es cuestión de locura. Estoy seguro que están de acuerdo conmigo, pero la verdad es otra. COTORREAR, en nuestro caso, es una historia de perseverancia, tesón, amor y ¬¬¿por qué no? una acción casi espiritual. Esta es una aventura en donde el aguamarina del Caribe se encuentra con el rojo arcilloso de un desierto costero. En donde vivir endurece, cuartea y reseca el cuero al mismo tiempo en que llena de orgullo al corazón de una gente que, si le damos algo de tiempo, se nos mete en el alma. El cuento empieza en Macanao, la mitad olvidada, genuina y agreste de un destino turístico que se disfrazó de extranjero para ser deseado, olvidándose de sus raíces por las que fuera amado.

Amazona barbadensis, es el tema del cotorreo que leen en estas líneas. ¿Y qué broma es esa de Amazona barbadensis? ¿Será una chica bella de la isla inglesa al norte de Trinidad? No, pero dicen que tiene la cabeza amarilla aunque no es catira y además que es isleña, pero como que no las hay en Barbados. ¿Entonces de qué se trata? ¿Cuál es el misterio de este COTORREAR? Ahora es en serio, les hablo de una cotorra o loro, de esos que la gente mete en jaulas, les enseñan vulgaridades que sonrojan a las señoras y también de las que enseñan a silbar para ponerle una sonrisa en la cara al dueño cada vez que lo hacen. Como estos animalitos tienen impronta, que es la conducta de adoptar como padre a quienes conocen y los alimentan cuando pichones, el amansarlos es supuestamente fácil, y si a esto se le suma la habilidad que tienen de imitar los sonidos que se les repite continuamente, no es raro que el hombre, al querer se su amigo, se convierta en su peor enemigo. Así es que el comercio ilegal de especies silvestres y la pérdida de hábitat han llevado a esta ave al borde de la extinción.

Cuando fui invitado a Cotorrear por el Biólogo Franklin Rojas, de la Fundación Provita, quien a su vez, fue el responsable de todo esto, les confieso que la aventura me encantó. Luego, Alberto Blanco, Editor en Jefe de esta revista me llamó y dijo que había que mostrarle a todos la importancia de Cotorrear, y que la revista estaba abierta a llevarle a su audiencia esta historia, de aves, serpientes, lagartos, cardones, palosanos y guayacanes. Ya Macanao, el nombre de este desierto insular, me sonaba a música. Quién se iba a imaginar que habían unos loros que únicamente viven en el desierto; que durante el trabajo podría ver y fotografiar un ecosistema muy ajeno a los que estaba acostumbrado a visitar; y que, además, la tarea era para llevarle a ustedes una historia sobre un puñado de aves custodiadas por gente de la zona, las cuales trabajan en unas condiciones donde sólo el corazón y el ingenio pueden enfrentarse a los comerciantes ilegales, a los cazadores furtivos y al desarrollo urbano de la isla de Margarita.

La relación planta/animal siempre me ha llamado la atención. Se trata de una fina red de interacciones, de todo con el todo, donde tratar de entender la visión holística de las cosas es una tarea de toda la vida. Por eso es que COTORREAR por 23 años es algo que entiendo y con lo cual soy solidario. Para entender la relación entre los componentes de cualquier ecosistema hay que empezar por conocer el entorno y ubicarnos geográficamente en él. La Península de Macanao se encuentra al oeste de la Isla de Margarita y esto es muy importante para entender su cobertura vegetal. Tanto las corrientes marinas como las de aire, circulan de noreste a oeste en el Caribe. Consecuentemente, los cerros de Mata Siete, Copey y Guayamurí fungen como barreras orográficas que favorecen la humedad de la región que, al ser arrastrada por los vientos Alisios que vienen desde África, se deposita sobre ellos. Macanao, está en Sotavento, detrás de las montañas del este de la isla. Por ello, la humedad proveniente del este del Atlántico no le llega adecuadamente. La humedad local le llega a Macanao por la evaporación del agua del mar que la rodea. Ésta es empujada por brisas cálidas y termales hacia la cumbre de sus cerros donde se condensa y permanece durante las noches surtiendo de una humedad vital a la vegetación de estos lugares. El agua que corre en temporada de lluvia es muy importante en determinar el tipo de vegetación que crece en la zona. Esta se deposita sobre sus cerros y colinas y baja por el cause de quebradas estacionales permitiendo el crecimiento de árboles en sus bordes. Tierra adentro, el relieve empieza a subir de norte a sur y de este a oeste. Esto cambia el drenaje y afecta la distribución de las plantas. En las zonas más bajas y de quebradas, que son lugares protegidos del viento y el sol, la vegetación arbórea es más abundante, pues la humedad se mantiene por más tiempo en sus suelos. En las partes más expuestas del relieve, los cactus, gramíneas y arbustos hacen vida contra todo pronóstico. Las zonas más protegidas del sol y el viento son las que albergan espinares donde cardones, cujíes, guaicas, palosanos y bromelias ocupan la superficie de sus terrenos. Finalmente, a mayor altura, sobre las montañas del centro de la península, se puede encontrar un bosque seco tropical con árboles de mayor tamaño. Es en las zonas del espinar y el bosque seco, donde hacen vida y se reproducen las cotorras. Así que, aún cuando en Macanao veamos un territorio poco poblado por el hombre, las zonas aptas para el desarrollo y vida de las cotorras es mínimo y es el contacto con el hombre, lo que ha ocasionado la extinción de las poblaciones de estas aves en Aruba, Curazao, Bonaire, gran parte del estado Falcón y la costa nororiental de Venezuela.

LA PÉRDIDA DE HÁBITAT

¿Qué es pérdida de hábitat? Es la consecuencia natural o antropogénica de los cambios que sufren los ecosistemas donde su recuperación no ocurre y afecta las necesidades y capacidades de  supervivencia de los seres vivos que en ellos habitan. Como ya lo he expuesto, los lugares en que viven las cotorras son muy específicos a pesar que Macanao es un lugar que cuenta con un poco más de 300 kilómetros cuadrados de extensión. Esta superficie de terreno puede estar limitada por las necesidades específicas de los seres que viven en ella. Los requerimientos de los seres vivos para la sustentabilidad de sus poblaciones pueden ser tan sutiles que no nos percatamos de ello. Es por esto que, sin querer queriendo, cuando destruimos un hábitat, por cualquiera que sean nuestras acciones, es muy difícil detener o contrarrestar sus consecuencias.

Las cotorras necesitan árboles grandes y de mucha edad para anidar. La mayoría de estos árboles se encuentran en las vegas de las quebradas de Macanao y por los últimos 30 años la extracción de arena para suplir la demanda de la construcción de viviendas y comercios en la isla ocurre, justamente, cerca o sobre las áreas de reproducción de las cotorras. “Las areneras” no discriminan cómo realizan su extracción de material para la construcción. Éstas trabajan la minería de cielos abiertos, que tiene un gran impacto sobre los sitios donde funcionan. La destrucción de los espinares y bosques como consecuencia de la extracción de arena avanza a una velocidad superior a la capacidad de sustentabilidad de la vegetación. Debido a esto, Provita junto a las autoridades competentes y los dueños de las areneras deben trabajar en concierto para paliar este impacto, que por ser un requerimiento importante para el desarrollo de la isla y la industria de la construcción, se nos presenta como la principal causa de pérdida de hábitat de las Cotorras Margariteñas.

COTORREANDO LA CHICA

La base de operaciones de Provita es la población de Boca de Río, desde allí se trabajaba en la zona norte y sur de la península. El personal de soporte es de San Francisco de Macanao, al norte, y el Horcón al  sur. La gente de San Francisco vive en el pié de monte y la del Horcón a la orilla del mar y fueron ellos, y su apego al terruño que los vio nacer, los que demostraron que en Venezuela todavía existe el “Orgullo de Ser”.

Tras seguir un consejo aprendido hace de más de 30 años (trabaja con los baqueanos), pude acceder a una de las mayores fuentes de información de primera clase. Esta vino con la presencia del Sr. de las Cotorras. Su nombre es Pablo Millán. Pablo empezó a trabajar como asistente de campo de Franklin Rojas durante su trabajo de investigación para su tesis de grado. Desde entonces, este macanaeño de San Francisco ha trabajado como parte del equipo que tiene cuidando, por casi un cuarto de siglo, un tesoro que pocos valoramos: la supervivencia de una especie en peligro de desaparecer de la faz de la tierra.

Pablo conoce el lenguaje de la tierra, entiende lo que nos dice el cielo, las sombras, las flores, las espinas, el lagartijo que corre para alejarse de nosotros y se para como diciendo -“Sí, yo puedo correr donde tú no entras”. Pablo es de pocas palabras y mucha sabiduría y además un acucioso observador de las cotorras y del espinar, a los que les ha dedicado la vida. Un apretón de manos frugal fue interrumpido por un colibrí libando néctar de una cocuiza y un flash de verde esmeralda cruzando el cielo. No había tiempo para formalidades, las cotorras estaban llegando a los nidos para alimentar a sus pichones, de inmediato Pablo sabía, por las vocalizaciones de los cotorritos, cuales eran los nidos visitados y donde estaban. Me señaló la dirección y, caminando despacio pero apurado, me dijo: -“Entra por el sendero, que yo voy a otro lado. No hagas ruido para que no se espanten las cotorras, ya que este es un momento muy importante para los pichones”. Me adentré en el espinar y Pablo se perdió de vista.

¡Había empezado a COTORREAR SIN ANESTECIA!

El suelo crujía bajo mis pisadas, traté en vano de no pisar haciendo ruido, pero los cantos y cuarzos sonaban con cada paso que daba y, como los pájaros no pisan duro, se hacía muy difícil pasar desapercibido. Todo lugar natural tiene sus centinelas y en la Chica hay muchos. Además, todos se conocen sus respectivos sonidos de alarma. Para un oído poco entrenado un grito de un loro es tan sólo un grito, pero para los habitantes del espinar el grito, como se hace, la frecuencia en que se realiza y desde donde se hace, es información de vida o muerte. En mi caso, fueron los turpiales los que delataron mi presencia y en la naturaleza, aprenderse las llamadas de alerta de las otras especies, que comparten tu territorio, es una ventaja imbatible. Los turpiales cambiaron su canto y, de inmediato, la cotorra que estaba fuera del nido voló a la copa de un palosano. La llamada de súplica de los pichones indicaba que uno de los padres estaba alimentándolos mientras el otro montaba guardia. El sistema de aparearse de por vida, vivir en el mismo lugar, anidar en el mismo nido y compartir el trabajo de crianza se hizo evidente en un breve momento. Volar hacia el verde de la copa del árbol hizo que el centinela se perdiera de vista, esto lo logró sin sacrificar su punto de observación, desde donde se mantuvo atento de todos mis movimientos. El verde de sus plumas era del mismo tono que las hojas de la mayoría de los árboles de la zona y esto hace su presencia imperceptible. Fue en ese instante que todo hizo click, y explicaba el porqué unas personas le dedicaran 23 años a un animalito. La verdad es que si le dan valor a un lienzo pintado y expuesto sobre la pared de un museo, ¿quién podría negar la importancia de custodiar un escenario y una vida por casi un cuarto de siglo¬? Lamentablemente, el valor de la vida no se asigna de la misma manera.

Como ya les había dicho, todo el espinar está relacionado y la presencia de las aves no es casual. Las plantas no se mueven, las frutas con espinas muy largas no son fáciles de comer, la abundancia de frutas con espinas es un recurso muy bueno para quien las aprenda a cosechar y si el que las aprende a cosechar es un buen transportista, pues la línea de producción y distribución es un buen negocio para todos los involucrados. Por ello el COTORREO es una labor esencial.

LAS COTORRAS Y EL SINDICATO DE TRANSPORTITAS DEL ESPINAR DE MACANAO

Las cotorras y el Sindicato de Transportistas del Espinar en Macanao cumplen con su contrato con el Espinar C.A. con una precisión envidiable. Lo hacen tan bien, que si faltara alguno de sus componentes el sistema colapsaría.

Como en todo ciclo de producción, es de suma importancia aprovechar el momento más ventajoso para producir y colocar los productos en el mercado, la vegetación de Macanao entra en flor y produce sus frutos en el periodo más favorable posible, cuando la luz, el agua y la disposición de nutrientes están en su mejor momento. Esto está relacionado con los periodos de lluvia o de mayor humedad. En consecuencia, todos los animales deben responder acorde con el incremento de recursos. No es una casualidad que exista una sincronización, entre el momento en que las cotorras y otras aves se aparean y la llegada de los meses con mayor productividad del espinar. Levantar las crías o pichones cuando hay más disponibilidad de alimento reduce los riesgos de las carencias alimentarias y el trabajo de encontrar comida. También hace más fácil el adiestramiento de la prole para que aprenda a manejarse en un ecosistema duro y garantiza un incremento en la supervivencia de las nuevas generaciones. Esto funciona muy bien para las plantas, ya que florear en forma sincronizada antes y durante las lluvias también les permite incrementar su éxito reproductivo con la presencia de numerosos polinizadores y agentes de dispersión para sus semillas.

Determinar cual es el papel de las cotorras en todo esto requiere observaciones directas y estudios prolongados. Sin embargo, comer frutas con espinas, como las de las tunas y los cardones no es fácil. Imagínense, por un momento, manipular una fruta redonda con espinas de hasta cuatro centímetros ubicadas alrededor de toda la superficie tanto de la planta como la de la fruta misma y que usted es un turpial o una paraulata cuyo pico es de dos centímetros y medio. Primero hay que pararse sobre el cardón sin pincharse, luego buscar como llegarle a la pulpa de la fruta del cardón sin que las espinas que la cubren nos pinchen la cara. La verdad es que hay que tener una habilidad micro quirúrgica para comerse aquello. La solución: quitarle las espinas antes de comer. Cuando traté de desprender una fruta de un cardón se me hizo difícil hacerlo sin una herramienta y aún cuando una navaja sirviera para desprenderla, quitarle las espinas era otra cosa. En el sendero de interpretación se podían ver muchas frutas comidas y pegadas a los cardones. Luego en las fotos me percaté que algunas cotorras tenían los picos pintados de rojo. Finalmente, al ver a turpiales y pájaros carpinteros comiendo frutas de cardones que fueron abiertas por los lados o desde arriba, demostraba que las espinas no eran del todo infranqueables. Lo que significa que hay facilitadores y beneficiarios en el manejo de problemas espinosos, lo que es muy importante para todos en la comunidad.

Cuando una cotorra se come una fruta de cardón se le pinta el pico de rojo al tiempo que deja la mesa puesta y pasa de fruta en fruta aprovechando lo mejor de las mismas. Sin embargo, sus fuertes picos muelen las semillas de los cardones que son digeridas por las aves como parte de su sustento. En efecto, las cotorras son depredadoras de semillas. Así, las paraulatas, turpiales, reinitas y carpinteros visitan las frutas abiertas por las cotorras y se tragan las semillas con la pulpa. En este caso, cuando las aves son frugívoras, las semillas no son digeridas y pasan intactas por el tracto digestivo de los pájaros. Posteriormente, al defecar, estos pájaros eyectan las semillas con su poquito de abono en otros lugares del espinar, favoreciendo así, la dispersión o el transporte de futuros cardones en la zona. Si los cardones tienen frutas maduras, justo cuando hacen más falta, sus beneficiarios trabajarán en concierto para transportar y dispersar sus semillas en los lugares más adecuados donde sus transportistas viven. Es así que la perpetuidad de la red de la vida se mantiene y hay que cotorrear mucho para hilar estas cosas y entenderlas.

Esto nos deja ver que la vegetación depende de la fauna y ésta de las plantas. Si falta algún integrante de la comunidad las consecuencias pueden no verse de inmediato, pero no cabe duda, que a largo plazo, la biodiversidad del sitio se verá afectada, y aún cuando las consecuencias no sean aparentes, siempre habrán situaciones adversas como resultado de la pérdida de la diversidad ecológica.

Provita y todos los que ayudan a que las cotorras tengan poblaciones viables y genéticamente fuertes saben lo que enfrentan. Me recuerdo que, sentados bajo un guayacán que estaba cerca de un nido, Pablo me comentó que cada vez es más difícil cuidar a las cotorritas. Los furtivos se nos meten por todos lados a robarse los pichones. Sin embargo, el poder custodiar a estos animalitos nos ha permitido liberar pichones para mejorar el estado de las poblaciones de la zona. Lamentablemente, hay más cotorras en cautiverio que las que vuelan libres por los cielos de Macanao. La labor de estos Cotorreros es magnánime y dura. Éstos entendieron que la única manera de contrarrestar el saqueo era educando y diversificando el trabajo de los pobladores de la isla. Desde hace muchos años entendieron que, sólo si generaban bienestar económico y calidad de vida a los pobladores de Macanao, podrían hacer merma en el nefasto negocio del mercado ilegal de vida silvestre. Por eso compraron varias hectáreas de territorio sin resguardo en la quebrada de Chacaracual, montaron viveros didácticos para repoblar la región, participan promoviendo la educación ambiental en los colegios de la península. Y ahora, están preparando a los pobladores del caserío de pescadores del Horcón, para que se conviertan en operadores turísticos, donde la pesca y la vida de los pescadores serán los atractivos y las actividades que le permitirán a los turistas  tener la experiencia vivencial de un pescador artesanal. Por ello, hay que quitarse el sobrero ante quienes tienen cotorreando 23 años en Macanao.

A todos los que me enseñaron a COTORREAR y especialmente a Franklin Rojas, Bibiana Sucre y al Sr. de las Cotorras, Pablo Millán, les estoy agradecido por su apoyo y todas la atenciones que me dieron y les confieso que el desierto rojo, las playas doradas, el agua verde-azul y los cielos de Macanao siempre se quedarán en la memoria de este nuevo COTORRERO. Cuando se compra una mascota silvestre no te conviertes en su amigo, sino en la causa de la miseria de sus poblaciones libres. Adoptar un animal doméstico es más sensato, eso te mandan a decir los COTORREROS DE MACANAO.

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