Erasmo solía contarnos que a su abuela no le gustaba bañarse en la playa. Iba, disfrutaba del paseo, pero pocas veces entraba en el agua. Un día lo hizo y al salir notó que había perdido en el mar su preciado anillo de bodas. La invadió la tristeza. Juró más nunca meterse al mar. Al otro día, para alegrarla, Erasmo compró un gran pescado recién sacado del agua por pescadores del lugar. La involucró en el ceremonial que implica cocinar un pescado junto al mar, frente a toda la familia. Ella dirigió con sabiduría culinaria. Les indicó cómo abrir el pescado y, al limpiarlo de vísceras, ¡apareció el anillo!
El mar devuelve todo. Pero casi nunca con la magia del cuento de Erasmo. Eso lo comprobaron quienes acudieron, como cada año, en el Día Mundial de Playas, con rastrillos, guantes, bolsas plásticas y otras herramientas a recoger basuras que yacen en las orillas, tratando de paliar el impacto de la inconsciencia de muchos usuarios de las costas y la ineficacia de los organismos oficiales a cargo del saneamiento. Entusiasmados, limpiaron playas y anotaron lo recogido para tener datos que ayuden a encontrar origen y salida al problema.
La contaminación de playas por residuos sólidos es grave en los más de 3.000 kilómetros de costas caribeñas del país. Es variada su procedencia. El mar deposita en playas de Falcón residuos de Curazao y Aruba. En las playas de Güiria y otras del estado Sucre es mucha la basura de Trinidad y Tobago que nos invade. Y a muchas playas de Anzoátegui o Aragua llega basura del ilegal deslastre de cruceros y otros barcos que surcan los mares vecinos. Las corrientes marinas traen el resultado de la irresponsabilidad ciudadana en otras naciones y la ineficacia de sus gobiernos en manejo de residuos.
Seguramente la mayor parte de las podridas basuras acumuladas en arenas y rocas de las nuestras playas provenga de Caracas y zonas urbanas del país. Esos residuos llegan por quebradas, ríos y arroyos que arrastran lo que llega a sus aguas de poblados que visitan en su tránsito hacia el océano. Muchos otros residuos son dejados en las playas por bañistas o quienes acuden a las costas por millones, todo el año, y aumentan la presión sobre ecosistemas marinos y humedales costeros.
La ausencia de educación ambiental y conciencia ecológica se suma en nuestras playas a la falta de contenedores o pipotes para basura, programas de recolección y servicios de limpieza y aseo. Esa perversa simbiosis entre inconciencia ciudadana y ausencia de eficacia oficial deja las playas atiborradas de basuras que son, apenas, una porción del flujo de cerca de 20 millones de kilos de residuos sólidos que genera incesantemente la sociedad venezolana cada día, y que el país debe recoger, trasladar y disponer adecuadamente.
La gestión de los residuos nos define como sociedad; es uno de nuestros fracasos más evidentes. Las ciudades y poblados del país cuentan, cuando mucho, con ineficientes sistemas de recolección y botaderos a cielo abierto, donde ríos de lixiviados tóxicos corren sin control o se infiltran y envenenan suelos; botaderos o rellenos sanitarios mal administrados, donde se generan incendios espontáneos y se elevan columnas de humo tóxico que contamina el aire y contribuye a crear lluvias ácidas.
Las basuras son nicho propicio para proliferación de virus, bacterias y animales vectores de enfermedades que se reproducen en los desechos o se nutren de estos. Su presencia produce deterioro del paisaje y olores desagradables, ocupa e inhabilita espacios de uso público. Desechos tóxicos y radioactivos altamente patógenos y letales emergen de centros médicos y/o de investigación. El impacto ambiental de la mala gestión de los residuos afecta la calidad de vida de todos.
Urge mejorar los precarios sistemas actuales de recolección de basura doméstica, la limpieza y aseo urbano y el manejo y disposición final de residuos que requieren rellenos sanitarios, técnicamente diseñados y manejados. Hay que propiciar el reuso con medidas como retorno de envases de consumo masivo. Sumar medidas para prevenir residuos y sistemas de reciclaje para que llegue menos basura a los rellenos. Promover investigación y desarrollo de innovaciones, impulsar durabilidad y sustentabilidad en el diseño y procesos de fabricación de objetos y bienes. Educar e informar a la ciudadanía, y lograr participación de las comunidades en la gestión de los residuos. Mucho por hacer, pero hay optimismo. Los voluntarios del Día Mundial de Playas y las organizaciones ciudadanas indican el camino correcto en materia de gestión de residuos sólidos.
Tomado de: http://el-nacional.com/sergio_antillano/bano-basuras_0_47395523.html