Los límites de la educación ambiental. Carlos Peláez

El profesor Sergio Foghin sostiene que existe un problema cuando hablamos de educación ambiental. El problema está en que vemos la educación ambiental como una materia aparte, compartimentada, dirigida a las personas que tengan ese interés particular, como cuando los estudiantes más sensibles se decantan hacia el arte mientras los más materialistas se decantan hacia las ingenierías.

No puede ser así, visto que el ambiente, el ecosistema, es todo lo que nos rodea y mantiene nuestra vida. Ecología y economía tienen la misma raíz griega, Oikos, que significa “Casa”, porque ambas ciencias tienen que ver con el estudio y comprensión de los procesos básicos que permiten la existencia del individuo y de la sociedad. Los bosques amazónicos llenos de diversidad biológica no solo son hermosos, también proporcionan el agua con la que se produce la comida de Suramérica. Los microorganismos marinos no son solo base de la trama trófica del océano, también generan el oxígeno con el que nuestros vehículos a combustión motorizan la economía. Por lo tanto, lo ambiental (y por ende, lo económico) debe entramarse en cada aspecto de la educación, en el lenguaje, en la matemática, en la historia y hasta en la educación física.

Cuando pensamos en la educación ambiental que nos fue impartida (si es que tuvimos esa suerte) es probable que recordemos una especie de formación ciudadana para una ética ecológica: hábitos de eficiencia como el de apagar las luces, hábitos de higiene como botar la basura en su lugar, y hábitos de gestión de riesgo ambiental, como prevenir la exposición a contaminantes en agua y aire.

Pero la educación ambiental es mucho más. Es comprender los flujos de materia que permiten que estemos vivos. Es entender de dónde vino esa materia y por ende de dónde vinimos nosotros. Es poder visualizar el futuro de tu familia, de tu país y de todo el planeta y decidir responsablemente si quieres ser culpable (o artífice) de esa realidad que vivirán millones de personas. La educación ambiental es expandir las fronteras de la identidad humana e incorporar en todo nuestro pensamiento el concepto de diversidad: diversidad dentro del individuo, diversidad de personas y diversidad de formas de vida. La educación ambiental crea sociedades previsivas, planificadoras, tolerantes, pacíficas y prósperas.

Pero sobre todo, la educación ambiental se trata de ejercitar la capacidad de fascinación. Lo primero que el humano hizo para convertirse en humano fue observar su ambiente y quedar anonadado de su complejidad. En la búsqueda de comprenderlo, desarrolló su inteligencia y pudo sobrevivir en un cuerpo débil y mal equipado que por sí mismo no habría valido de mucho en las condiciones que tenía que sortear. La educación ambiental fue la base de nuestra sobrevivencia como especie y es la base sobre la que construimos y construiremos nuestra civilización. Sin educación ambiental sólo podemos esperar el colapso de la misma y el regreso a la ley de la selva, a la cual se someten las especies que no las comprenden.

Fuente Contrapunto http://contrapunto.com/noticia/los-limites-de-la-educacion-ambiental-183310/