Eso era antes, o de cómo se ha deteriorado el servicio de agua en Caracas. Alejandro Luy

La merma de la disponibilidad y calidad de los servicios públicos en el interior de Venezuela es de tan larga data, que los pobladores de la región mantienen la idea de que en Caracas la realidad es diferente, y las condiciones de los capitalinos son óptimas.

En un país donde el centralismo está tan arraigado, la garantía del funcionamiento de la electricidad, el suministro de agua, el acceso a gasolina y el gas doméstico en la capital, disminuía la posibilidad de protestas y por tanto ante la comunidad nacional e internacional la percepción de que esa era la norma en Venezuela, y por tanto todo funcionaba de manera excelente.

Hace muchos años atrás, tan atrás que aun mandaba Hugo Chávez, el plan de racionamiento eléctrico excluyó al Área Metropolitana de Caracas.  Sin embargo, la acción de iniciar el plan por la capital y quitar por unas horas el servicio eléctrico condujo a la destitución de un funcionario ese mismo día. 

Tampoco en “la capital” veíamos colas para surtir gasolina, cuando en Mérida, Táchira o Zulia llevaban años con experimentos para racionarla.  Más recientemente, hace apenas un poco menos de un año, en Carabobo o Aragua para surtirte de combustible las colas duraban horas o días, pero en Caracas llenabas el tanque en 5 minutos.  A los amigos que en diciembre de 2019 se les ocurrió viajar hacia el interior del país se les preguntaba, “y cómo vas a hacer con la gasolina”.

La manera como se han ido deteriorando los servicios públicos en Caracas, especialmente el suministro de agua, es notable cuando hacemos una comparación con lo que presentaban, por estas fechas, hace dos años atrás, Fundación Tierra Viva y Coalición Clima 21, en el trabajo “¿Qué siente el ciudadano de Caracas ante las fallas en el servicio de agua potable? Percepción de los ciudadanos sobre el servicio de agua en el Área Metropolitana de Caracas”. 

En ese momento, contrario a lo que imaginaban los habitantes del interior, la situación – aunque bastante mejor que la de las regiones – no era lo óptimo deseado.  El 82% de la población encuestada del Área Metropolitana de Caracas no recibía agua diariamente.  Es decir solo 18 de cada 100 habitantes tenía la garantía de que a cualquier hora abría el grifo y salía agua.  Además 63% de los consultados manifestaban recibir cada 2 o 3 días, o una vez por semana o incluso con menos frecuencia el llamado vital líquido.

Desde esos días hasta ahora la situación se ha ido agravando, y aunque pudiéramos apelar a trabajos recientes, solo presentaré anécdotas como muestra:

  1. En los Palos Grandes, municipio Chacao, zona bastante exclusiva de Caracas, en un edificio no ha entrado agua en los últimos 4 meses, en plena pandemia e inicio de la época de lluvias.  Los tanques son de una capacidad tal que requerirían muchas cisternas y miles de dólares para llenarlos.
  2. Una líder comunal de Petare contaba en un evento público a finales del año pasado que su esposo instaló un sistema para la recolección y almacenamiento de agua de lluvia, porque de lo contrario tendrían que cargar tobos de agua por empinadas escaleras.
  3. En San Agustín del Norte, los habitantes de un edificio han concluido, luego de meses de un “experimento obligado”, que el suministro es “una semana sí, una semana no”.  Un negocio de comida que funciona en el edificio optó por instalar un pozo en un terreno aledaño para tener agua.
  4. En el 23 de enero, en plena pandemia, vecinos de varios bloques estuvieron 15 días sin agua teniendo que subirla en tobos desde la calle hasta su casa.  También hay gente que busca agua en un chorro que está en el Parque El Calvario.

Mi propia historia también sirve de referencia.  Viviendo en la Candelaria, en el centro de Caracas, yo era uno de ese afortunado 18% que recibía agua todos los días a toda hora.  Ya no es así.  Desde el mes de mayo, el volumen de agua que entra al tanque varia diariamente, pasando de flujo normal a “chorrito” a “no está entrando agua”, como ocurre en el momento que escribo este artículo.

Así, sostengo que en la actualidad no hay mucha diferencia en las carencias de agua entre habitantes de Tucupita, Valencia, Mérida, Petare o alguna de las parroquias del Distrito Capital.  Siempre habrá alguien en una situación peor, como los habitantes de ciertas poblaciones de la Península de Paraguaná donde hace años no corre agua por sus tuberías, pero en esencia, y considerando los parámetros establecidos por la Organización de Naciones Unidas son muy pocos quienes están cerca de contar con el volumen de agua necesario para cubrir sus necesidades básicas.

Y temo que el panorama será cada día peor; ya no se informan de cronogramas de racionamiento, simplemente vivimos en uno eterno, sin recibir información que permita planificar dentro de la crisis.  La otra respuesta son cisternas que evidentemente no son capaces de atender la demanda de los ciudadanos.

Que nadie lo dude.  Cada día estamos peor.  Eso era antes cuando la mayor cantidad de pobladores de Caracas tenían agua todos los días a toda hora.

Alejandro Luy

30 de julio de 2020